La corrupción y algunas de sus consecuencias

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Esta semana se inició con una reunión en la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción para confirmar su sentido de responsabilidad social y respeto a valores éticos en el desempeño de sus actividades y, con ello, no ceder al ambiente de corrupción que envuelve prácticamente a todos los sectores económicos de nuestro país.

El secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, estuvo presente al lado de representantes de varias asociaciones civiles dedicadas a fomentar la transparencia y responsabilidad cívicas. El evento culminó con la firma de un compromiso institucional con dichos propósitos del que fue testigo el propio secretario.

La creciente preocupación por la forma en que se ha expandido la corrupción por todo el orbe y, desde luego, en  nuestro país, coincide con la necesidad de subrayar el deber que todos tenemos de ceñir nuestras actividades a nuestra responsabilidad ante la sociedad y ante nosotros mismos. 

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Acostumbrados a escuchar un incesante reclamo por los derechos de todo género, desde los más universales hasta los más nimios, asoma por fin la obligación de también cumplir con los deberes que nos corresponden como miembros de una sociedad civilizada.

La urgencia actual de responder a nuestros deberes sociales no puede exagerarse, especialmente en el campo del combate a la corrupción. Hay varias razones entre las cuales está el costo que este mal significa. Para México se calcula que representa hasta 10% del PIB. Este estimado estadístico es menos dañino que el debilitamiento que la corrupción inflige a la sociedad deteriorando la eficacia de nuestras instituciones y por ende la calidad de vida de cada mexicano. Fuera de toda medición está el estrago en términos de eficacia y confiabilidad de las instituciones encargadas de cuidar el orden y la seguridad en la comunidad. ¿Cómo puede esperarse que la policía funcione si está inutilizada por la corrupción?

La corrupción se manifiesta afectando el bienestar de todos los habitantes de nuestro país. En México sobran casos de conductas personales o corporativas que atacan a la naturaleza contaminando ríos, destruyendo bosques o sobreexplotando acuíferos por simple voracidad empresarial. De todos estos daños al planeta Tierra, y muchos más, habla la más reciente encíclica del papa Francisco.

La corrupción no es sólo cuestión gubernamental, ni de la sociedad vista como entidad abstracta. Radica en los individuos. La corrupción no depende de la actividad, sino del que la realiza. La medicina, la abogacía, las finanzas o la ingeniería, por sólo mencionar algunas, no son profesiones corruptas. El corrupto es el que opta por desviarlas de sus cauces correctos. La política no es corrupta, sino el que la desarrolla sin escrúpulos para su ventaja personal.

La corrupción es fenómeno personal, no institucional. Las costumbres viciadas no forman cultura sin que los individuos así las asuman. La decisión siempre será personal. Una sociedad corrupta no es sino la suma de individuos que han preferido actuar sin respetar el instinto ético que todos llevamos dentro. La corrupción como abstracción es un concepto inútil. Es indispensable que los jóvenes entiendan esto. 

Muchos países pagan muy caro la corrupción que sus ciudadanos toleraron. Las crecidas deudas que los han llevado a la ruina se contabilizan en términos de servicios públicos defectuosos o inexistentes o en la incapacidad de su comunidad de siquiera mantener modestos niveles de vida o mucho menos alcanzar los que se proponen.

En México la corrupción ha dañado las finanzas de los estados de Coahuila, Veracruz o Nuevo León, por citar sólo tres, acumulando deudas gigantescas que sus ciudadanos tendrán que pagar.

No podemos seguir aguantando autoridades corruptas. Tampoco podemos seguir la calculada tolerancia con que el electorado lleva con sus votos a individuos indignos a los puestos de elección popular. Así los corruptos gozan, despreocupados, del respaldo de quienes serán sus víctimas. El perverso mecanismo no sólo los instala sino los perpetúa. Se verá que la campaña contra la corrupción tiene muchas facetas, no sólo hay derechos sino los deberes que no hay que desatender.


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