La enérgica reflexión para Semana Santa

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Pocas épocas como la actual se han presentado tan lúgubres. Los hechos tanto nacionales como en el mundo, nos llegan llenos de tragedia y frustración. Estamos impresionados con las noticias que llegan de la guerra que el autócrata Putin lanzó en contra Ucrania. Con alegría y respeto vemos que la resistencia ucraniana parece haber marcado un alto al criminal propósito que dejará como saldo las ruinas sobre las que  hay reconstruir una nación valiente muy importante por su profunda historia, ejemplar nacionalismo, admirada por el mundo que ha expresado su solidaridad internacional por su cultura y riquezas naturales.

Buscamos en otras partes del mundo signos positivos no son fáciles de encontrar.  Gobiernos en crisis y en América Latina, como siempre, desunida y en empeñosa negación que desechando tercamente el inmenso potencial de sus recursos humanos y materiales. Todas las crisis mencionadas se manifiestan en corrientes de trágicas migratorias que huyen de sus patrias desoladas y pobres, o bien de dictaduras opresivas, buscando en otros horizontes mejores condiciones de vida.

Los asuntos económicos tampoco ofrecen perspectivas alentadoras. Los rescoldos de la pandemia más profunda y alargada de los esperado, dejan huella en las comunidades cuyas necesidades acentuadas no pueden ser atendidas por razones de la pobreza empeorada por la acentuada ineptitud de los gobiernos. Parece imposible poder solucionar en este escenario las carencias de educación y salud.

Toda perspectiva de empleo está limitada por razón de las ironías de los avances técnicos que con la robotización y la digitalización sustituyen cualquiera perspectiva para abrir nuevas fuentes de trabajo. Los avances que registran las economías más avanzadas tampoco alcanzan a remediar las carencias del subdesarrollo. Es más, esas mismas profundas diferencias entre países ricos y pobres, persisten entre las regiones y los continentes presentando agendas imposibles de resolver mientras no se reformulen los remedios. Todo lo anterior, sigue acentuándose por el crecimiento demográfico que continuará según se prevé, al menos dos siglos más hasta encontrar su límite.

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Todo lo anterior se complementa con el asesinato irrefrenable de la ceguera que destruye los recursos naturales de los que dependemos para nuestra sobrevivencia. La tala indiscriminada de bosques, la desertificación y el uso intencionado de los combustibles fósiles reflejados en los cambios climáticos que muchos estiman que han traspasado la barrera de la recuperación. En México vemos sintetizados muchos de los dramáticos problemas ecológicos pero agravados por la inconsciente ineptitud de un gobierno federal que ni entiende ni quiere encontrar las medidas necesarias y peor aún, no quiere encontrar la unidad nacional que es el ingrediente que más falta, para encontrar soluciones a sus carencias.

Frente este desolador panorama mundial, las luces positivas de los avances científicos abren nuevos horizontes para personas, familias y comunidades. Parece, sin embargo, que el conjunto de problemas acumulados, por razón de su misma exagerada dimensión, es un reto en sí mismo La propuesta democrática de hacer que todos participen en las decisiones que llevan a la solución consensada de los problemas, se encuentran rebasada. La democracia como receta igualitaria está en crisis y el tono que va apareciendo en casi todos los países, exceptuando las comunidades numéricamente más pequeñas, es la tendencia hacia gobiernos más centralizados y autócratas. Este fenómeno se acentúa a medida que se multiplican los problemas por resolver.

En México estamos en plena ebullición de la segunda fase de la administración. El futuro próximo anuncia una mayor confirmación de la ineptitud frente a los enormes problemas que nos aquejan. Una cosa sería un México que tuviera plena libertad de acción y listo para sufrir tanto los fracasos y gozar las consecuencias de sus éxitos con pena independencia. La realidad, sin embargo, es otra. Nos encontramos atados a la hegemonía de nuestro vecino al norte que condiciona muchas de las decisiones que se tienen que tomar como por ejemplo, las responsabilidades que con muy poca delicadeza emanan de nuestro acuerdo regional norteamericano, el TEC-MEC. Desafortunadamente muchas de las clausulas son difíciles de acatar pero se aclara, que fueron aceptadas al final de la negociación sin discusión alguna, por el funcionario asignado directamente por el presidente López Obrador.  El reto al que nos enfrentamos es proteger la dignidad de nuestra identidad nacional para no quedar seriamente distorsionados por el peso de nuestro vecino al norte.

Es momento de enérgica reflexión. La tarea es inmensa y con tristeza vemos que por la cortedad de mira y la intencionada terquedad de nuestro presidente que insiste en llevarnos por una ruta obsoleta retrocediendo 70 años, desperdiciamos la inmensa riqueza de talentos, de sabiduría y la experiencia de personas que con entusiasmo aportarían sus conocimientos afianzados en nuestra cultura e ingenio para colocarnos en la proa de la creatividad, moviéndonos siempre en el sendero del respeto y apego a nuestros valores.

En este 2022 habrá oportunidades para enderezar algunos de los torcidos rumbos que traemos.


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