Desarrollo socioeconómico sin geometría política

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Todo el mundo comenta que el Presidente de la Republica cometió una grave falta anticipándose al Banco de México al anuncio un nuevo aumento en la tasa de interés vigente en México.

A un ningún presidente se le oculta el significado ritual de este anuncio que justificadas razones hacen evidente que esa institución sea la única que debe darla a conocer. Pero la tan comentada desatención tuvo el propósito de decir donde radican las decisiones. El asunto no es menor ni debe perderse en la confusión pre 2024 que se ha desatado. El escurridizo pretexto del brumoso futuro sirve para no atender lo que trasciende. Deja que las cosas sucedan aunque sea por voluntad externa.

Las experiencias de las décadas transcurridas desde el fin de la II Guerra Mundial demuestran que las cosas, ni en lo personal, ni familiar ni social no deben dejarse al azar. Los retos hay anticiparlos para luego responder. En 1964 la histórica Conferencia de Comercio y Desarrollo, la que fundó la UNCTAD, respondió al reto desestabilizador de la “descolonización” de África y Asia dando reglas de comportamiento a las relaciones económicas entre el “tercer mundo” y los países industrializados. Al paso de los años, desapareció por implosión la URSS, principal referente del sistema socialista y comunista. Subsistió la fórmula capitalista-empresarial, que por algunos estudiosos fue vista como la definitiva. Ni una fórmula ni la otra han podido satisfacer las necesidades de la ciudadania. Hoydia la temperatura no solo está subiendo en lo que al cambio de clima se refiere. La tranquilidad social y politica en practicamente todos los países del mundo sube en grados preocupantes.

A diario surgen las inquietudes sociales en México. Brotan también en muchos países donde los gobiernos, algunos democráticamente electos, no han solucionado estos problemas. Por doquier subsisten las necesidades populares básicas y socavan a las instituciones económicas y políticas. En lo económico existen en esencia dos principales sistemas para transformar en bienestar los recursos humanos y materiales. Uno es el de la producción socialista. El otro es la fórmula capitalista liberal. En lo político, la discusión se ha dividido entre los que confían en las estructuras democráticas liberales o los que sienten necesarias las estructuras centralizadas del poder.

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México, sin comprometerse, ha preferido mantenerse equidistante de las disyuntivas de izquierda o de derecha. Nos escudamos tras los sacrosantos principios de neutralidad y no interferencia formuladas en nuestra Constitución decimonónica que sacamos a relucir cada vez que se ofrece. Débil recurso que no impide que el presidente López Obrador muestre su inclinación hacia la izquierda que cree que todavía existe en la Rusia de Putin y que ciertos diputados  antier festejaron. El estado en lo político y en lo económico, coincidente con preocupantes inquietudes que existen en todo el mundo, conforman una coyuntura que nos obliga tener claros nuestros anhelos y bien definidas las metas.

La inquietud social, la disparidad de niveles de vida y las necesidades populares no pueden seguir en aumento. La tranquilidad personal y familiar dependen de la estabilidad nacional que está en juego.

Nuestra identificación norteamericana no tiene que apartarnos de nuestra propia ruta en lo que se refiere a maneras de acometer el desarrollo de nuestros talentos y vastos recursos naturales. Es necesario fortalecer a México en lo económico para responder en términos de empleo y educación las crecientes exigencias de una población, ya de 130 millones, que hace tiempo busca en otros países modos de subsistir con dignidad.

Es aquí donde las consideraciones anteriores aterrizan en la multiplicación de unidades de producción y de empleo para elevar el nivel de vida nacional. El anuncio hecho antier por el gobierno de instaurar un programa para darle oxigeno a las PYMES con financiamientos indispensables es de definitiva trascendencia.

Esta columna lleva más de dos años insistiendo en la vital importancia para nuestro desarrollo socioeconómico el que las pequeñas y medianas industrias cuenten con los recursos indispensables para ampliar la fuerza de trabajo de México como complemento indispensable a los programas sociales que sostienen las economías personales y familiares. Faltaba apoyar la otra parte de la economía nacional, la productora, la que crea empleo y demanda. Ahora hay posibilidades para que nuestro país sea de realidades tangibles de altos niveles de empleo, producción y vida y no solo de futuros que solo los de afuera aprovechan.  

Esperamos de la Secretaria de Economía la clara orientación práctica en la operación de este Programa que tanta falta hacía y que nada tiene que ver para su eficacia con geometría política.


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