¿Contra España o por la justicia?

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No hay imperio amable. Quizás en las metrópolis el imperialismo haya sido susceptible de ser amado, pero con las comunidades sojuzgadas todos los imperios han sido crueles.

El salvajismo que los colonizadores atribuyen a los colonizados es su espejo: el mito de ese otro ogro filantrópico -si vale parafrasear aquí a Octavio Paz- solo existe en la mentalidad imperialista. Quienes aceptan acríticamente la tesis del progreso unilineal, según la cual todos los grupos humanos recorren la misma senda evolutiva, dicen que Europa llevó “la civilización” a tierras de “barbarie”, pero ni ellos pueden negar que ese proceso dizque redentor estuvo plagado de atrocidades.

España fue eje de un imperio del siglo XVI al XIX. No me voy a meter en el resbaloso terreno de las supuestas bondades comparativas de un colonialismo determinado -del británico vis-à-vis el español, por ejemplo- pues lo que quiero argumentar es que todo proceso colonizador se realiza con violencia e impone una cultura sobre otra. Tiene razón el presidente López Obrador en deplorar los abusos de los conquistadores contra los pueblos originarios de Mesoamérica (son originarios si es falsa la hipótesis de que llegaron a América por el estrecho de Bering, porque si no también serían pueblos inmigrantes), y se equivoca al pensar que una disculpa serviría para hacer justicia y reconciliar a nuestros países, que por cierto no piden reconciliación. No veo en qué ayudaría ese perdón a los indígenas ni cómo tal aberración diplomática puede abonar a la relación bilateral. Y ni hablar del debate de la (in)validez sobre culpas heredadas y sobre la representación de entidades que ya no existen.

Donde sí me voy a meter es en la arena del realismo. Me explico. 1) Los imperios autóctonos americanos fueron tan brutales como cualquier otro, y eso de que tlaxcaltecas, chilangos y demás “descendientes” de aquellas civilizaciones se pidan perdón es tan complicado como inútil. 2) Los 300 años de la Colonia calaron tanto en lo que llamamos mexicanidad como los tiempos previos a la llegada de los españoles. 3) Deturpar lo que nos dejó España es degradarnos, porque nos guste o no es parte de nosotros. 4) A pesar de sus injusticias, sin el mestizaje no existiría la nación mexicana. 5) Me quedo con la conclusión del gran Manuel Gamio, injustamente zaherido por el multiculturalismo radical: es imperativo que los indígenas preserven sus culturas y que, además, adopten la ciencia occidental para mejorar sus condiciones de vida.

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AMLO rechazó a Brenda Lozano como agregada cultural en Madrid -rudeza innecesaria- porque no comulga con la 4T. Habló de “un diferendo” y lo ratificó simbólicamente al perfilar para el cargo a una poeta nahuatlaca. Es su facultad. Yo sostengo, no obstante, que nada bueno traerá a México su creciente hispanofobia. ¿Y si mejor digerimos el pasado y purgamos agravios de hace varios siglos vía la reparación del daño de las transnacionales españolas que violaron la ley y beneficiamos así a los mexicanos de hoy? ¿Y si AMLO lleva ante la justicia a antecesor, propiciador de la corrupción de esas y muchas otras empresas y principal responsable del recientísimo saqueo a nuestro país? ¿Por qué contra Hernán Cortés sí y contra Enrique Peña Nieto no?

 

 


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