Turbulencias del siglo XXI

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Las muertes y decapitaciones que se han proliferado no auguran paz sino más encono

Hay que regresar muchas páginas de  la historia para encontrarnos con situaciones mundiales tan complejas y tan desconcertantes como las que estamos presenciando en  esta semana patria.

La situación actual es un canasto de problemas nacidos no sólo de la pobreza, sino de ideologías completamente insólitas para el siglo XXI. Desde hace mucho tiempo no se había visto la mezcla de fanatismo religioso con el expansionismo en la escala e intensidad de brutalidad como la que hemos presenciado en estos últimos meses.

Nadie puede atreverse a pronosticar cómo van a  resultar las cosas. Las muertes y decapitaciones que se han proliferado no auguran paz sino más encono. El odio es el que está caracterizando al mundo a una escala infinitamente mucho mayor al que se conocía en las terribles  guerras religiosas del pasado.

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Ya había razones que esperar que el siglo XXI sería el del regreso de las creencias  religiosas y el de la vuelta de los valores abandonados. Así como el siglo XX fue el del utilitarismo empresarial, el de la búsqueda de las ganancias sin límite aún a costa de la moral, ahora el badajo de la historia llama al siglo actual hacia la restitución de conceptos abandonados por el  consumerismo. 

La presión demográfica ha hecho más intenso el fenómeno. Acostumbrados a este tipo de problemas desde sus orígenes, los países europeos ahora no aciertan a responder con eficacia. Hay desorientación e incapacidad política. No hay sino decisiones improvisadas como respuesta. Aún los países más avezados en resolver los enfrentamientos ideológicos, no han sabido encontrar las respuestas. Es patente la falta de liderazgo en todos los centros tradicionales de poder para responder a los atropellos inauditos contra civiles, mujeres y niños.

La única realidad parece ser la del crimen de quienes envuelven sus acciones en métodos de crueldad y sangre. En este torbellino Rusia querrá mantener activa su posición euroasiática, mientras que China insistirá en extender su hegemonía a escala mundial.

¿La inevitable guerra que se declara ahora es cultural o ideológica? Es demasiado atribuirle un valor cultural, pero es a su vez un hecho que el pretexto que se presenta parecería darle esa característica. Sin embargo, no  puede dejarse de ver que el problema se detona en el mundo islámico.

La recién anunciada alianza occidental presentada por el presidente Obama, justo en la víspera de cumplirse un aniversario más del 11 de septiembre, se propone destruir
al ISIS militarmente en un tiempo perentorio. 

¿Dónde está la posición de América Latina en todo este meollo? Nosotros somos definitivamente parte de la cultura occidental y nuestra misión será mantener firmes nuestros valores.

En cuanto a México, a medida que avance este nuevo capítulo de la historia tiene que consolidarse la firmeza de nuestra raíces.  Debemos saber ubicarnos al nivel de nuestro verdadero destino como un componente importante de la cultura occidental, para no quedar reducidos a ser un simple taller de manufactura de productos destinados a los mercados internacionales sin ninguna otra tarea de relevancia.


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