Tres despropósitos presidenciales

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Por: Marcos Pérez Esquer

Ahora que las urnas le arrebataron al Ejecutivo Federal la ilusión de conseguir una mayoría calificada a su favor en la Cámara de Diputados, y que se antoja sumo difícil que pueda construirla artificialmente como en la legislatura anterior, extrañamente, pone sobre la mesa tres propuestas de reforma constitucional que difícilmente serían respaldadas por la oposición. Y vaya que tendrían que se rechazadas, porque se trata de tres verdaderos despropósitos.

Pero entonces ¿por qué el presidente plantea esas cosas? Una hipótesis es que crea que puede construir esa mayoría calificada que se requiere para reformar la Constitución, mediante alguna negociación o presión al PRI, por ejemplo. La otra es que pretenda colocar a la oposición del lado impopular, obligándola a rechazar propuestas que siendo populares, no son benéficas.

Me inclino más por la segunda hipótesis, pero, ¿por qué la oposición no debería aprobar esos tres planteamientos? Veamos:

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  1. Reformar la Constitución para devolver a la CFE la hegemonía en la generación de energía eléctrica va en contra de los consumidores y de las energías limpias. Lo que el presidente plantea es que se le asegure a la CFE el 54% del mercado de la generación de energía, y se deje solo el 46% a las empresas privadas. Lo que algo así provocaría, es que la CFE tenga que proveer la mayor parte de la energía eléctrica del país, generándola mediante plantas obsoletas, y por lo tanto más caras y contaminantes. Lo que la experiencia mundial indica, es que la competencia y libre concurrencia en los mercados es lo que propicia mejores precios al consumidor y detona la generación de energías limpias.
  2. La reforma electoral que propone el presidente es malintencionada. El INE no necesita ninguna reforma para garantizar su independencia, simple y sencillamente porque ya lo es. Lo que en realidad busca el presidente es restar independencia al instituto. Reducir el costo de las elecciones puede sonar muy bien, pero lo que intenta en realidad es restar capacidad de acción a la oposición y al propio instituto. Mientras que eliminar a los diputados plurinominales, eliminaría en absoluto la representación de las minorías, y favorecería de una manera artificial una composición del poder legislativo más favorable al gobierno de lo que dijeron las urnas. El principio de mayoría relativa, por el cual se eligen 300 diputaciones, distorsiona la representación, pero las 200 que se eligen por la vía de la representación proporcional corrigen en alguna medida esa distorsión. Lo correcto entonces, es privilegiar la representación proporcional; hacia allá se están moviendo las democracias desarrolladas. Solo tenga usted en cuenta este dato: en la elección del 6 de junio pasado, el bloque opositor (considerados los cuatro partidos opositores, PAN, PRI, PRD y MC) obtuvieron mas votos que el bloque oficial integrado por Morena, PT y PVEM; esto quiere decir, que en términos de representatividad popular, la oposición debería tener más curules que la alianza gobiernista, ese es el dictado de las urnas; pero no sucede así porque el principio de mayoría relativa distorsiona la integración de la Cámara de Diputados. Claro que al gobierno le interesaría que todos los diputados fuesen de mayoría relativa, la Cámara se distorsionaría a su favor aún más. Para apoyar algo así, se necesitaría no entender nada de ciencia política, o ser muy iluso, o de plano actuar con mala fe.
  3. Incorporar formalmente a la Guardia Nacional como parte de la Defensa Nacional es un despropósito aún mayor. Antes: a) Se enfrentaba al crimen organizado; b) Se trabajaba en la construcción de corporaciones policiacas civiles, fuertes y confiables, y c) Se utilizaba complementariamente al Ejército en tareas de seguridad pública. De las tres cosas, solo la última demostró ser un error. Aún con esa experiencia, ahora lo que el presidente intenta es militarizar total y permanentemente la seguridad pública, renunciando a la posibilidad de contar algún día con policías civiles profesionales, y sobre todo, claudicando de combatir al crimen. Es decir, pretende convertir toda la corporación policial (hoy formalmente de mando civil, de acuerdo con la Constitución), en cien por ciento militar, pero dandole órdenes de no enfrentar, sino con abrazos, no balazos. Este es el peor de los mundos.

En resumen, ninguna de las tres propuestas tiene ni pies ni cabeza, pero el presidente es hábil es hacer discurso político con estas cosas. Ya veremos si la oposición es capaz de explicar correctamente sus posiciones.


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