Triunfos estatales: ¿realidad o espejismo?

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La jornada electoral del pasado 5 de junio mostró a un panismo que regresa a la senda del triunfo, con victorias en Veracruz, Quintana Roo, Durango –de la mano del PRD–, así como en Tamaulipas, Puebla, Chihuahua y Aguascalientes con candidatos propios. Pero más allá de los festejos, bien haría la dirigencia de Ricardo Anaya en no subirse a la celebración y revisar por qué ganaron y por qué perdieron en otras plazas.

Triunfalismos

El PAN vive uno de sus mejores momentos –no hay que escatimarlo– con los resultados de la votación del pasado 5 de junio. Aumentar el número de gubernaturas no es un tema menor, pero esto se puede convertir en algo que afecte más que beneficie al panismo si no se revisa con cuidado lo que ocurrió el día de la votación.

Dos son los temas urgentes que debe revisar Ricardo Anaya y compañía de cara a los futuros retos electorales: la forma en que pocos gobiernos estatales duran en manos de panistas y por qué es un partido con accionar disparejo, pues mientras triunfa en Chihuahua, en Hidalgo no pasa de un segundo lugar o , a veces, del tercero.

Revisando la historia del PAN, es recurrente encontrar que luego de un triunfo en entidades en las que ha logrado una fuerte presencia, el gusto de contar con un gobierno estatal dura sólo un sexenio. Administraciones panistas como en San Luis Potosí, Nayarit, Yucatán, Nuevo León, Tlaxcala, Sonora o Chihuahua se perdieron tras un periodo del PAN al frente de las mismas, sin que se haya hecho el análisis correspondiente de las razones para no alcanzar de nueva cuenta la confianza ciudadana para retener dichos gobiernos.

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En el plano municipal, según cifras que presentaba hace algunos años la Secretaría de Acción de Gobierno del CEN del PAN, sólo 1 de cada 4 presidencias municipales eran retenidas por el blanquiazul, sin que hasta el momento se hayan realizado acciones para revertir esta tendencia.

A lo anterior se suma el hecho de que luego de varios mandatarios, estados como Morelos, Jalisco o Querétaro también se les hayan ido de las manos por la falta de refrendo ciudadano en las urnas. Sólo Guanajuato y Baja California se han mantenido desde la última década del siglo pasado en las filas panistas.

Chihuahua puede ser un escenario perfecto para comenzar a revisar lo que se debe hacer de cara al futuro, en especial porque el probable gobernador electo, Javier Corral, encabezó al panismo estatal en tiempos de otro gobernador emanado de sus filas, Francisco Barrio Terrazas.

En segundo término, una vez que pasen los festejos, también se debe revisar porqué el PAN no levanta en entidades como Hidalgo o la Ciudad de México. En el primer caso, sólo con la candidatura de Xóchitl Galvez el blanquiazul se acercó a la competitividad electoral, aunque luego volvió al mismo nivel que ha tenido durante décadas en aquella entidad.

A lo anterior se suma el hecho de que varios de los triunfos obtenidos en los estados que tuvieron elecciones el pasado 5 de junio, se dieron en alianza con otros partidos, lo que muestra a un instituto político que por sí mismo no puede conseguir el triunfo.

Si bien ganar 7 gubernaturas en una jornada electoral puede darnos la imagen de un partido fuerte y con un futuro prometedor, puede esconder el hecho de que no es competitivo en Hidalgo y la Ciudad de México, y conformarse con que esta tendencia continúe en los próximos comicios.

En especial es preocupante el caso de la capital del país, en donde el PAN se mantiene como tercera fuerza a nivel regional, pero que puede caer al cuarto o quinto sitios en la medición delegacional.

Es así que se puede esperar que más que festejos, el Partido comience una profunda reflexión acerca de las razones que le dieron el triunfo, pero más importante de las causas que no le permiten ser competitivo en todas las entidades, cuidando que sus gobierno en verdad –como señaló en una entrevista Ricardo Anaya– den resultados que acerquen al blanquiazul a repetir estos resultados en 2018.

También se esperaría que el futurismo no afecte los planes para que se haga un estudio de sus fortalezas y debilidades, y no una planeación para ver quién se queda con la candidatura presidencial, una tentación que –de seguro– ya ronda la mente de algunos liderazgos en el Partido.

Con todo, bien harían los panistas en recordar que los triunfos son efímeros y mantenerse en la cima es lo que cuesta trabajo, sino habrá que revivir lo dicho por Manuel Gómez Morin: “Que no haya ilusos para que después no haya desilusionados”.

Migajas

De forma sorprendente, el panismo de Aguascalientes resistió la guerra sucia en su contra y, por las tendencias marcadas por el PREP, ganó la gubernatura y la presidencia municipal de la capital. Ahora a esperar que se tenga la madurez para evitar que el triunfo los derrote, en especial a la candidata ganadora.

En Chihuahua, tan sorprendidos están los panistas por el triunfo de Javier Corral como el propio candidato. La nueva incógnita es con quién armará su gabinete, dados los apoyos con los que contó en la campaña.

En Tamaulipas, luego del triunfo panista, la duda es si realmente ganó el partido con la victoria en una entidad asolada por el narcotráfico, pues hay quien ve como el PRI se quitó de encima una “papa caliente” que le hacía daño.


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