En Otro Canal. El costo de no reconocer errores

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Si algo caracteriza a nuestro actual presidente, es la marcada tendencia a no reconocer errores. Su discurso ha dado suficientes muestras de que no se dará marcha atrás en distintos temas, a pesar de que la propia información de su gobierno confirma que se han cometido equivocaciones, privilegiando la propaganda de que todo marcha bien y que se avanza en una transformación que sólo existe en su mente. Este es un breve recuento de las ocasiones que quedaron para la historia y que daban la oportunidad de enmendar.

Errores de un sexenio

Un primer tema que alertó de la tendencia de mantener las decisiones tomadas a pesar de lo costoso o equivocadas se presentó con la cancelación del Aeropuerto en Texcoco. El pretexto fue la corrupción que, según el discurso del en aquel entonces presidente electo, prevalecía en la obra, pero una vez en el gobierno no se armaron carpetas de investigación con las denuncias correspondientes y no hay nadie en la cárcel por la supuesta corrupción existente.

Así, la oportunidad de demostrar que la lucha en contra de la corrupción iba en serio con una demostración de cómo se iba a hacer, quedó en puros discursos, incluso se invitó a varias de las empresas que participaban en la construcción de la terminal aérea de Texcoco para que lo hicieran en Santa Lucía y se indemnizó a tenedores de bonos.

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Al final, no se reconoció que era un error la cancelación y la nueva obra no deja satisfecho a nadie.

Otro ejemplo lo tenemos en el caso del fiscal Gertz Manero. Desde que asumió la titularidad de la FGR, el exrector de la UDLA Ciudad de México ha ido acumulando escándalos y enemigos, inclusive un audio lo desnuda como alguien capaz de torcer la ley para su beneficio, sin dejar de mencionar las revelaciones de prensa sobre sus múltiples propiedades en México y el extranjero.

Un caso así en otros países sería motivo de cese fulminante o renuncia inmediata, pero aquí el presidente lo apoya pensando que detrás de todo esto hay un ataque a su gobierno, por lo cual la impunidad cubre a un funcionario que, ahora sabemos por las revelaciones de Julio Scherer Ibarra, es demasiado visceral para estar al frente de la institución encargada de la procuración de justicia.

En este tema, tampoco se reconocerá que fue un error su nombramiento y tampoco se corregirá bajo el pretexto de que provocar su salida de la FGR sería darles la razón a los adversarios políticos del presidente, algo inaceptable por lo visto.

Otro ejemplo lo tenemos en la carta de renuncia al INDEP de Jaime Cárdenas Gracia, quien luego de revelar actos de corrupción y otras irregularidades, quedó como traidor al movimiento y siendo agredido desde la misma trinchera en la que militó, pero de lo que denunció ni una palabra o acción.

Aquí también quedó de manifiesto que, en el imaginario presidencial, es mejor fugarse hacia adelante, argumentar que todo es parte de un complot de los conservadores para obstaculizar la supuesta transformación que encabeza y no hacer nada, incluyendo el reconocer que se han cometido errores en ciertos nombramientos en el gabinete.

Y hablando del gabinete y de eso de que se pedía lealtad, aunque no se tuviera capacidad, el texto de Scherer Ibarra en Proceso desnudó las serias diferencias al interior del equipo cercano al presidente, al extremo de que las filtraciones de audios que incriminan al fiscal en supuestos ilícitos se atribuyen a “fuego amigo”, algo que dibuja claramente que reclutar a ciertos personajes fue, claramente, un error que no se ha corregido, por más que los cambios que se han dado, como en Gobernación o en Función Pública, sean vistos como intentos de enmendar dichas equivocaciones, aunque el discurso presidencial no lo acepte como tal.

Otro error lo tenemos con el tema del avión presidencial, que no ha logrado ser vendido como el inquilino de Palacio Nacional quisiera y tampoco se ha aprovechado para traer vacunas e insumos médicos del extranjero o para repatriar a connacionales de otros países, como ha sido el reciente caso con motivo de la guerra entre Ucrania y Rusia.

Tenerlo parado ocioso, sólo por el capricho y el orgullo de no reconocer que fue un error el planteamiento inicial de que era un avión “que no tiene ni Obama”, nos ha costado caro, además de ser un equipo desaprovechado que pudiera haber ayudado mucho en la actual emergencia sanitaria.

Pero como el presidente piensa que la necedad es una virtud, pues no se reconocerá que se cometió una equivocación en este particular y, desde luego, no se corregirá.

En resumen, el reconocimiento de haber cometido un error, es algo prohibido en el Olimpo presidencial y el discurso pretenderá presentar un país lejano del que realmente es.

Y eso que no tocamos asuntos como el desabasto de medicinas, el manejo de la pandemia, la estrategia de seguridad o la manera en que ha crecido el desempleo y la informalidad, temas en los que se ocupa una gran cantidad de recursos para intentar tapar el sol con un dedo.


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