El PAN ayer, hoy y mañana

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Las pasadas elecciones dejan premios, castigos, lecciones y advertencias.

El PAN fue el gran ganador. Se levantó siete de 12 gubernaturas, incluyendo cuatro donde el PRI jamás había permitido a la oposición la alternancia de gobernadores: Veracruz, Tamaulipas, Durango y Quintana Roo.

En tres de las siete fue determinante la alianza con el PRD. Acción Nacional ganó, también, municipios importantes y muchas diputaciones.

Los panistas debemos vivir el momento con alegría y renovados bríos, pero sin dar espacio a soberbias y triunfalismos. Nadie nos regaló nada, recibimos una nueva oportunidad; en algunos casos ganó la opción considerada menos mala, no la flor más bella del ejido. No fue certamen de belleza, simpatía y proyectos, sino escrutinios de los que resultaron más castigos que premios… por poco tiempo.

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Donde hubo alianza con el PRD deben gobernar juntos, así lo ofrecieron al electorado. Ha de evitarse lo sucedido en Oaxaca y Sinaloa: los gobernadores le pintaron un violín a las alianzas y a los electores, se fueron con el santo y las limosnas y pavimentaron el camino al viejo priismo.

Quien afirme que el PRD debe ir solo en las próximas elecciones para no terminar siendo lo que el Verde es al PRI, proyecta inferioridad e ignorancia, pues bajo esa lógica el PAN resultaría, tal vez, el Verde del PRD en las entidades donde los perredistas históricamente han tenido mayores votaciones.

No, no nos engañemos, la historia nos dice que la pulverización de opciones políticas favorece al “voto duro”, y su peor expresión llevaría a la Presidencia en el 18 a un iluminado, sin ley ni valores que lo sujeten, que aplastará cualquier disidencia y dispondrá del país con la brutalidad propia del caudillo deshonesto, ambicioso y fanfarrón.

Están claros: el mérito de Ricardo Anaya y su comité al conducir la estrategia general, el apoyo de Margarita Zavala a nuestros candidatos y la generosidad de Santiago Creel y muchos panistas más. Influyeron, también, los resultados alcanzados por los gobiernos emanados del PAN en otras entidades, al margen de sus distintos estilos de gobernar. Y lo determinante: la capacidad de los candidatos ganadores para comunicarse con los votantes, y para resistir los tsunamis de inmundicia que la desesperación y la infamia echaron sobre ellos. Nada los arredró y los electores no cayeron en la trampa. ¡Buena lección!

Tribunales de por medio, debe cesar la confrontación. Los electos tendrán que gobernar y legislar con sus opositores. México no aguanta ya la mezquindad y tozudez en la arena pública. La pluralidad deja de ser riqueza si se convierte en pelea de perros por huesos y longanizas.

Acción Nacional debe vivir día a día la generosidad que lo hizo nacer y ser diferente. Urge evitar desviaciones individuales que provocan confusión de identidades. Debemos convivir con todos —salvo los autoexcluidos— sin perder el significado que en sus orígenes tuvo para el PAN el sentido del honor como herramienta indispensable para limpiar la vida pública de México.


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