Responsabilidad histórica

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Nos encontramos en una encrucijada cuyo derrotero se definirá en las urnas el próximo 6 de junio, todo gira alrededor de las contiendas políticas, el eje central se sitúa en quien obtendrá la mayoría en la Cámara de Diputados: el partido del presidente para que pueda continuar su proyecto de la 4T; o la oposición, con el objeto de implementar estrategias de contención.

Algo innegable es que la agenda nacional está en manos de López Obrador, quien, desde sus polémicas mañaneras, impone los temas que considera relevantes y minimiza aquellos rubros que le son inconvenientes.

Así, aunque no está en la boleta, se ha convertido en el principal promotor de las campañas a favor de su partido: Morena.

La táctica utilizada es promover la división a través de la lucha de clases, acusando a sus adversarios de corruptos y privilegiados, afirmación recurrente que provoca indignación en el electorado y confrontación, la que hábilmente estructura para denostar a sus enemigos, a la vez, que aprovecha para mantener el apoyo de sus simpatizantes.

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Las faltas imperdonables de sus aliados acusados de violación y acoso sexual, procura reducirlas a su mínima expresión, opta por entablar pleito con el Instituto Nacional Electoral, organismo al que tacha de árbitro parcial e inclusive, para empatar el marcador, promueve un procedimiento de desafuero e inculpar penalmente al Gobernador de Tamaulipas ante la Cámara baja.

No recuerdo haber vivido tiempos tan exacerbados, ni de luchas tan encarnizadas, los vaivenes electorales son inéditos; impredecibles; e incomparables. La lucha por el poder se encuentra en un momento crucial, un número importante de candidatos asesinados y buena parte de los árbitros electorales, cooptados o amenazados, la situación es crítica.

La falta de liderazgos y de una oposición fuerte, seria y responsable, obliga a recurrir al voto del miedo, advirtiendo la tendencia autoritaria del régimen, frente a una ciudadanía desconcertada, cansada y con poca motivación, alimentada diariamente con discursos de reproche que no alcanzan a despertar la conciencia cívica.

Mientras ello acontece, se abre otro frente en el Congreso, la aprobación de leyes cuestionadas ha dado pauta a controversias judiciales: la reforma eléctrica, de hidrocarburos, la de datos biométricos y, particularmente la del Poder Judicial Federal, son motivo de fundada preocupación, al romper con las reglas del pacto social.

La historia nos hace recordar a Porfirio Díaz, donde cualquier Diputado o Senador que hablaba o daba su voto, fuera de la consigna, podía estar seguro de haber terminado su carrera política. La persecución en contra de la libertad de expresión, recalcando su rechazo público a los medios de comunicación no afines mostrando intolerancia es otro rasgo similar.

Por salud pública, se necesita un equilibrio en los Poderes, sin embargo, no es solamente para impedir los excesos del Ejecutivo, sino para retomar el debate nacional en el Congreso; fortalecer el desarrollo democrático; el Estado de Derecho; la coordinación e interrelación entre los Poderes; redignificar la actividad política, en suma, despertar la vida institucional del país, eso es lo que está en juego, de ese tamaño la responsabilidad histórica del momento.


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