Morena, el camino de la fragmentación

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El Movimiento de Regeneración Nacional conformó una potente maquinaria electoral en la elección de 2018, al lograr cohesionar a una amplia gama de perfiles y operadores políticos con distinto signo programático e ideológico, bajo el paraguas de un proyecto presidencial. Sin embargo, por lo observado a lo largo de 2021, una vez ganada la contienda que giraba en torno a un solo centro de gravedad, el movimiento genera creciente desencanto entre sus partidarios y amenaza con perder gran parte de su fuerza política, debido a una serie de decisiones cupulares que agravian constantemente a un sector importante de sus liderazgos nacionales y locales, así como a su propia militancia.

Quizá el ejemplo más evidente de ello derive del pobre desempeño del presidente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo. Dirigente que no ha conseguido hacer transitar en los mejores términos, en el interior de su partido, la designación de candidaturas por método de encuestas. Formato que, a diferencia de un proceso de elección abierta, está exento de toda complejidad logística y con menores márgenes de motivar impugnaciones, pero, por el contrario, ha despertado la mayor de las inconformidades.

Por eso, de acuerdo con fuentes abiertas, en la gran mayoría de los estados donde se realizaron elecciones, se presentaron importantes deserciones hacia el resto de las fuerzas políticas opositoras, así como impugnaciones ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. El costo del desaseo fue alto. Las derrotas más dolorosas para Morena se dieron en las alcaldías de la Ciudad de México y, más pronto que tarde, comenzaron las acusaciones de traición en el interior que concluyeron en un reagrupamiento del primer círculo de la jefa de Gobierno. Hasta el color verde abandonó la administración local, balcanizándose con la adopción del rojo marrón de Morena.

Es importante subrayar que los divorcios políticos no sólo se dan de manera frecuente entre la dirigencia y la militancia, sino entre perfiles nacionales de Morena. Ahí está la acusación de “muñeco morboso” y “Pinocho aspirante de Pinochet” que Porfirio Muñoz Ledo le lanzara públicamente al mismo Delgado Carrillo, tras retirarlo “a la mala” de la Cámara de Diputados, como también la confrontación entre los senadores Germán Martínez Cázares y Ricardo Monreal Ávila, en la que el primero acusa al segundo de carecer de la estatura para presentarse como candidato a la Presidencia, debido a un supuesto incumplimiento de la palabra empeñada.

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En este clima de animadversión horizontal y vertical, la tormenta perfecta de Morena podría venir de la carrera por la sucesión presidencial adelantada. Primero, porque la cancha de juego es dispareja a favor de Claudia Sheinbaum y, segundo, debido a que su candidatura nada más no logra despegar en la misma proporción que la magnitud de las ventajas concedidas hasta ahora –si se consideran las últimas encuestas publicadas por Reforma y El Financiero. Mario Delgado pudo haber dado albazo a liderazgos menores, pero difícilmente podrá madrugarse a Marcelo Ebrard Causabon o al propio Ricardo Monreal. También, una nueva línea de tensión podría activarse con la potencial entrada del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández a la contienda interna. Sin duda, el choque de trenes podría terminar de fragmentar a gran escala, la maquinaria que hace apenas tres años se mantenía por demás cohesionada. Los tambores de guerra suenan ya, a lejanos tres años de la elección constitucional, con declaraciones de que no avalarán una imposición en la próxima candidatura de Morena a la Presidencia de la República, en lo que parece ser una ruta inevitable de prolongado desgaste.

Así será interesante observar el desarrollo de las tensiones políticas, como también la forma en que habrán de solucionar las incongruencias de política pública. Porque, por un lado, los liderazgos de Morena se jactan de disfrutar de la mejor de las relaciones con el gobierno del presidente Joe Biden; pero, por el otro lado, las instituciones estadunidenses se manifiestan abiertamente adversas a los criterios de política pública ejercidos por el gobierno de México. Por ejemplo, resalta la recompensa millonaria ofrecida por varios integrantes de la familia de Joaquín Guzmán Loera, como también la crítica abierta a los cambios en la política energética. A ello se suma toda una serie de políticas públicas que no terminan de conseguir aprobación popular, de ahí que los incentivos al deslinde serán cada vez mayores. Por todo ello, de cara a la elección de 2024, Morena parece transitar por el inevitable camino de la fragmentación.


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