Por: Adriana Dávila
Por más esfuerzos que hace el presidente por tapar el sol de la corrupción, tráfico de influencias y conflictos de interés de su administración, queda claro que el objetivo -como ya es su costumbre ante la exposición de la realidad- es desviar la atención y evadir cualquier comentario sobre la vida lujosa, aspiracionista y exclusiva de su primer vástago. A nadie convenció con aquello de «… al parecer la señora tiene dinero y no tiene nada que ver con el gobierno».
Con desesperación, frenéticos manoteos y un sinfín de adjetivaciones se desacredita y pone en duda la credibilidad y la trayectoria de organizaciones de la sociedad civil y de distintos periodistas que se han dado a la tarea de presentar investigaciones serias que retratan las entrañas del poder en turno. Y la respuesta del resquebrajado mandatario -que no extraña- es cuestionar tanto el origen del financiamiento de Mexicanos contra la Corrupción e Impunidad (MCCI) y la intervención del gobierno de Estados Unidos en nuestro país, como saber quién le paga a Carlos Loret de Mola en latinus, por citar algunos ejemplos. Se decide apuntar contra quienes no son funcionarios y a quienes no se les paga con dinero de los contribuyentes. Olvida que, hasta la fecha, las y los mexicanos no sabemos de dónde salieron los recursos para mantener a él, su familia y su campaña electoral durante tantos años.
No se puede negar el uso de los instrumentos del poder para simular transparencia y construir una narrativa de ataque de los conservadores al gobierno federal. Si el manto protector de la impunidad ha sido uno de los privilegios de mandar en la 4T para proteger a muchos personajes políticos impresentables, cuanto más se recurre a él para proteger a la familia presidencial.
Paradojas del pasado reciente, tan cerca de los jugosos y lucrativos negocios petroleros y tan lejos de la autoproclamada austeridad familiar de corte franciscano.
Hasta el director de Pemex apareció en la conferencia matutina para explicar que los contratos con Baker Hughes se dieron ¡en sexenios anteriores! La crítica no es a los contratos en sí, sino a la cadena de relaciones familiares que, de la nada, aportan beneficios exclusivos, pero como siempre, se justificó lo injustificable para no aclarar lo de la lujosa casa ligada a esta empresa petrolera. No se desmintieron los datos ni se explicaron las concesiones al hijo y a la nuera.
Para el grueso de la población, el único y verdadero proceso de cambio social y de progreso en las condiciones de vida sólo existe en la familia del presidente y en sus colaboradores cercanos. A estas alturas, no se puede pretender que todos seamos ciegos ante los actos de corrupción, opacidad, compadrazgo y amiguismo de este gobierno.
En breve veremos cómo se busca generar otro escándalo para no dar ninguna explicación; se echará a andar la fuerza institucional, la maquinaria del poder público, para recuperar su agenda, con las acostumbradas cantaletas contra los enemigos de la supuesta transformación -llámense sociedad civil organizada, medios de comunicación, periodistas; cualquier pretexto será bueno para recuperar la supuesta «ética pública y superioridad moral»-. Ahora hasta salió a relucir la necesaria pausa que se necesita en las relaciones entre México y España.
No es aceptable la persecución a quienes denuncian los excesos y abusos del poder, ejercicios que por cierto, fueron aplaudidos por el otrora opositor en campaña, pero que hoy recrimina, porque dan cuenta del falso mesías de la honestidad, pies de barro anticorrupción. Entre colaboradores, amigos, hermanos, primos, hijos y una larga lista, el presidente está atufado porque no se ha podido ocultar que sus decisiones no sólo encubren, sino hasta justifican las relaciones sospechosas, podridas por la corrupción que decía combatir. Con seguridad y ante las evidencias, su propio juicio abruma al inquilino de Palacio Nacional, él sabe que la autoridad moral se les acabó. Solo apunto, nunca la tuvieron ni él ni sus seguidores/recaudadores, quedan para la historia las ligas, bolsas, sobres, biblias, aportaciones. El pozo de la honestidad fue solo una ilusión porque siempre estuvo seco.
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