México regresa hoy a clases. Aunque encuentro buenos argumentos a favor de que los niños vuelvan a las escuelas, me parece obligado evaluar la evolución sanitaria del país de cara a la tercera ola de la pandemia y valorar las condiciones de seguridad de alumnos y maestros. Y es que la actuación de la 4T es muy deficiente, lo cual tiene una obvia explicación: su tlatoani anti covid prioriza el cálculo político sobre los criterios científicos (dime de qué presumes y te diré de qué careces).
Revisemos los hechos. De entrada, Hugo López-Gatell fijó un objetivo atroz: en vez de salvar vidas se propuso evitar que los centros hospitalarios fueran rebasados. Al inicio de la crisis envió el mensaje de que la gente no debía ir al hospital a menos que tuviera problemas para respirar, y con ello logró que no viéramos escenas de ancianos rechazados de las clínicas o de cadáveres en las calles como en Lombardía o Guayaquil, pero también que muchos mexicanos murieran en sus casas sin diagnóstico de coronavirus. Luego hizo del nuestro uno de los países que menos pruebas aplica, pretextando que la epidemia era “inconmensurable” y no se necesitaba gastar más dinero (¡ay, austeridad republicana, cuántas barbaridades se cometen en tu nombre!), y consiguió que la estadística oficial de casos y muertes se redujera artificialmente y se diera la falsa impresión de que no se habían hecho mal las cosas. Baste recordar que las cifras de exceso de mortalidad del INEGI duplican los números de la SSA.
Mientras eso ocurría, López-Gatell construía su carrera política sobre el cementerio pandémico vía gestos serviles, recitales de poesía y proclamas ideológicas. No mostraba ninguna empatía con los infectados de covid; demostraba su obsesión por ganar la simpatía del Presidente. Por eso, porque se ha dedicado a complacerlo, sus lineamientos han sido erráticos y proclives al laissez faire, desde su ambigüedad en torno al cubrebocas hasta su negativa a pedir pruebas a viajeros de regiones plagadas de la variante Delta y, peor aún, su mezquina renuencia a vacunar a menores de edad como ya se hace en otras partes del mundo. Sus acciones solo se explican en el contexto de una estrategia de inmunidad de rebaño, la que deja morir a quienes no resisten para que los sobrevivientes queden inmunes. Y sí, el darwinista sanitario sigue en el cargo, pese al altísimo costo para AMLO, pues se hizo de los mismos detractores mediáticos que él y eso en la 4T es un seguro contra el desempleo. Si Ávila Camacho y Salinas de Gortari tuvieron hermanos incómodos y Santa Anna y Peña Nieto acabaron con cancilleres impresentables, AMLO saldrá de la Presidencia cargando a un médico “desalmado” (con este adjetivo me lo describió alguien que interactuó con él hace tres años, cuando se quitó la bata blanca para hacer politiquería) y su larga estela de muerte. Si se salva de otros juicios, el tribunal de la historia lo estará esperando.
¿Cómo no preocuparse por el regreso a clases cuando quien debe combatir la pandemia se ocupa más de la grilla que de la salud? Ojo: más acá de las escuelas está la arbitrariedad de los semáforos y la desprotección en el transporte público y demás espacios de aglomeración. Y por supuesto, la vacunación insuficiente.
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