Consulta popular: ¿éxito o fracaso?

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La primera consulta popular oficial en México se llevó a cabo el día de ayer (N.E. 1 de agosto de 2021) tras un proceso jurídico y político complejo que ha llevado a muchos a preguntarse si ha sido un éxito o un fracaso.

Las consultas populares son ejercicios de democracia directa que, a diferencia de otros procesos de toma de decisiones en el que participan representantes, como el Presidente de la República, los gobernadores, los alcaldes y los legisladores, involucran a los ciudadanos cuando se considera que hay un asunto de tal trascendencia para la nación que requiere una definición directa de la gente.

Este tipo de ejercicios son comunes en el mundo, pero en nuestro país tardamos mucho en habilitarlo. Suiza es famosa por consultar con regularidad asuntos que impactan la vida cotidiana de las personas, como la hora a la que deben cerrar los negocios en las comunidades, pero también ha habido consultas sobre temas tan trascendentes para un país como la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, la validación del acuerdo de paz del gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o la continuidad del régimen pinochetista en Chile.

Así que las consultas populares son un instrumento que, bien empleado, resulta valioso para involucrar a todos en asuntos relevantes, y es de celebrarse que en México ya contemos con él. El problema de la consulta popular celebrada ayer es que nunca fue concebida como un auténtico ejercicio de participación ciudadana, sino como una herramienta de propaganda política del Presidente de la República, su promotor, y de Morena. El ejercicio fue desvirtuado porque se quiso utilizar para servir a los intereses de un movimiento político que, en vez de concentrarse en dar resultados de gobierno, ha apostado por el antagonismo, la división y la polarización como fuente de réditos electorales.

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La diferenciación de los actores políticos distintos a los de su movimiento por parte del presidente López Obrador ha sido muy útil para forjarse una identidad, para ganar elecciones y para mantener altos niveles de aprobación, la consulta popular de ayer no fue más que un peldaño más en esa estrategia. Esto, porque aunque la pregunta original propuesta por el Presidente que incluía los nombres de los expresidentes vivos y el cuestionamiento sobre si enjuiciarlos o no fue modificada por la Corte ampliándola a actos de cualquier actor político del pasado, López Obrador y sus seguidores jamás abandonaron la narrativa de que la consulta se trataba sobre castigar o no la corrupción de los gobiernos anteriores, pero no les funcionó.

Ya se advertía que la participación sería baja y que difícilmente alcanzaría los 37 millones de ciudadanos necesarios para que el resultado de la consulta sea vinculante, quienes participaron sumaron alrededor de 6 millones 700 mil, por lo que días antes Morena comenzó a culpar al INE de haber hecho poca difusión de la misma. De ese universo, 93% opinó que sí deben esclarecerse las decisiones de actores políticos del pasado. Entonces, ¿fue un éxito o un fracaso?

En términos de organización fue un éxito a cargo del INE, que, sin presupuesto, se las arregló para garantizar el derecho de los ciudadanos a participar, en términos políticos fue un fracaso para Morena, a quien una inmensa mayoría de personas ignoraron en su intento de instrumentalizar la consulta. Ahora, seguramente seguirán apostando por su estrategia de confrontación y persecución, quizás promoviendo la creación de comisiones de la verdad.

La gran lección de esta primera consulta popular es que los mecanismos de participación ciudadana directa son valiosos y útiles a la sociedad si se utilizan inteligente y responsablemente, enhorabuena por contar con ellos, pero en el futuro habrá que evitar un nuevo intento de manipulación.


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