¿El Ejército mexicano está de regreso? Todo parece indicar que sí. Los integrantes de las fuerzas armadas han repelido los ataques de delincuentes en distintas partes del territorio. Se conoce ya de intercambios de fuego con bajas del crimen organizado cuando menos en zonas del estado de Guerrero. No alegra, por supuesto, la pérdida de vidas humanas, pero dentro de la tragedia que es el desborde de la violencia criminal en nuestro país, que los ciudadanos se sientan defendidos por las autoridades es un avance.
Es claro que en el sexenio pasado el combate al crimen fue una tarea abandonada intencionalmente. El resultado fue no solamente la expansión del control de zonas por parte de la delincuencia sino también el ensimismamiento de los elementos policiales y militares. En repetidas ocasiones a lo largo del lópezobradorato vimos escenas en que contingentes militares eran apedreados o golpeados por criminales impunes. La orden de no disparar, no contestar a los ataques para cuidar la imagen del gobierno –de eso se trataba-, tuvo resultados contraproducentes en la fortaleza de los cárteles de la violencia.
Puede ser temprano para saber si se trata de una estrategia completa o son respuestas aisladas, pero ha sido evidente que las acciones criminales han escalado en violencia y brutalidad. Sorprendentemente desde la entrada del gobierno de la presidenta Sheinbaum nos hemos enterado de una serie de eventos sangrientos en estados como Guanajuato, Guerrero, Chiapas, Jalisco y en la zona de nadie en que está convertida Sinaloa. El asunto es grave. En estos días el gobierno anunciará avances de su estrategia. Sería desproporcionado responsabilizar al gobierno entrante de lo que sucede; sin embargo, es claro también que la respuesta urge.
Aunado a la alarma criminal tenemos un verdadero desorden legislativo con la mayoría oficialista. Más allá de sus afanes de aplastar a la oposición –que no se entienden qué buscan con eso pues la oposición está aplastada desde hace meses-, comienzan a destacar los pleitos internos. Los reclamos por los puestos y presupuestos empezaron a ser noticia todos los días. Los modos de Monreal y Adán Augusto parecen no solo ofender a los opositores sino también a sus correligionarios. El abuso, la desmesura, la revancha son la norma de su comportamiento. Y es que así son: con tal de incendiar algo son capaces de incendiar su casa. Así como parece que hay una estrategia para dar pasos en la seguridad, sería bueno poner un poco de orden en el plano político.
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