Mitigar los riesgos climáticos

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Las alertas, ni siquiera las más graves, emitidas por especialistas, científicos y activistas alrededor del mundo han merecido la atención que requieren por parte de tomadores de decisión, públicos y privados, para dar respuesta eficiente a una amenaza tan peligrosa en la viabilidad de la especie humana como es el cambio climático. Durante décadas, paneles han ido y acuerdos han venido en los más diversos foros multilaterales en los que se expresa toda una serie de preocupaciones y compromisos climáticos, sin que, hasta la fecha, exista siquiera una hoja de ruta de la comunidad internacional que sea consistente con la magnitud del desafío.

En diciembre de 2015, el Acuerdo de París pareció plantear finalmente una vuelta de página a la articulación global de esfuerzos que, acompañada al cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas, abonara no sólo a la supervivencia del ser humano en el largo plazo, sino a una convivencia colectiva cada vez más marcada por la equidad social, el desarrollo incluyente y el escalamiento de capacidades que permitiera a las personas —en especial a aquellas en situación de vulnerabilidad— el acceder a mejores condiciones de vida.

Sin embargo, si la conquista de los 17 objetivos y sus 169 metas prevista para 2030 se encuentra en entredicho como consecuencia de gobiernos entrantes, sin mayor interés de hacer compatibles sus prioridades con la agenda de la ONU, ser abiertamente reacios a la cooperación internacional o ver disminuidas sus fronteras de acción por el recorte de recursos provocado por la pandemia de covid-19, el Acuerdo de París parece naufragar bajo las mismas condiciones. Y es que, a casi seis años de su firma, se carece de estrategias claras para mantener el calentamiento global por debajo del grado y medio centígrado, alcanzar un pico de emisiones que después acelere su reducción a partir de la transición a una economía verde, así como fortalecer los procesos de adaptación y resiliencia, de manera prioritaria en los países en desarrollo.

Lo cierto es que esta falta de contundencia multilateral y el previsible incumplimiento de metas de mediano plazo contrasta con la creciente catástrofe provocada por el cambio climático en nuestros días. En la actualidad, observamos desplazamientos forzados de miles de personas, ya no sólo por causas de violencia e inestabilidad política, sino como resultado de la frecuente presencia de huracanes, tormentas y sequías que, además de hacer retroceder años de trabajo en materia de política social, por los costos económicos y patrimoniales que generan a las familias, dejan amplias extensiones de tierra poco aptas para la continuidad de las actividades productivas.

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El problema toma su verdadera dimensión al constatar que las afectaciones directas por el cambio climático van más allá de los países en desarrollo y sus respectivas debilidades institucionales. Tan sólo esta semana, lugares más privilegiados, como amplias zonas de Estados Unidos y Canadá, se están viendo impactados por olas de calor que, a la par de conseguir récords de temperatura, también están dejando un número considerable de lamentables fallecimientos de personas, incendios cada vez más prolongados y agravando las condiciones de sequía.

En ciudades montañosas de la Columbia Británica canadiense, esta semana se duplicó la máxima temperatura esperada, pasando de los 25 a los 49.6 grados. En otros puntos de Estados Unidos, también de acuerdo con reportes de prensa, los agricultores han pensado en sustituir sus cultivos por paneles solares ante el riesgo constante de ver perdidas sus cosechas por las olas de calor; e incluso otros valoran la venta de agua a terceros, al serles más rentables que sus propios productos agroalimentarios. Asimismo, las olas intensas de calor han hecho que ciudades de California, Texas y Nueva York soliciten a sus comunidades densamente pobladas el bajar su consumo de electricidad, con el fin de evitar apagones ante la sobrecarga del sistema.

El cambio climático está llevando a la humanidad a un punto muy delicado, en el que estamos expuestos a riesgos de inestabilidad social por los desplazados, así como a una crisis alimentaria ante las sequías y alteraciones al ciclo productivo. En este escenario, México, al igual que el resto de los países, necesita socializar y desarrollar un claro mapa de riesgos en materia climática que mitigue los impactos de un fenómeno cada vez más asentado en nuestra vida cotidiana.


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