La tercera ola… de la falta de rigor

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Sinaloa transitó ayer al rojo del semáforo epidemiológico. Durante el fin de semana, el Estado de México, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Colima y San Luis Potosí retrocedieron a amarillo, tras varias semanas de encontrarse en verde. Por su parte, la capital del país vive repuntes de personas contagiadas desde hace casi un mes, pero, a pesar de ello, su gobierno local decide mantener la entidad en semáforo amarillo hasta el 25 de julio en un intento, quizá, por salvar la deteriorada economía de los hogares ante la falta de apoyos para aliviar su bienestar. De acuerdo con datos del IMSS, la Ciudad de México acumula quince meses con pérdidas de empleo a tasa anual, ubicándola, junto con Morelos, entre los dos estados con los peores registros en este renglón.

Así, la magnitud de los riesgos asociados a sufrir una tercera ola de covid-19 en México son directamente proporcionales a la falta de rigor técnico y transparencia con la que la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud ha conducido las acciones para mitigar la pandemia. No pasa desapercibido que, como hacen constar notas en los medios de comunicación, esta autoridad haya decidido suspender las conferencias de prensa en la antesala de la tercera ola; así como que la Secretaría de Salud se abstuviera de dar a conocer el semáforo epidemiológico en la coyuntura del agravamiento de los indicadores del fin de semana, que acabaron siendo difundidos a la opinión pública por los gobiernos estatales sin el acompañamiento de una convincente comunicación sobre la estrategia nacional.

Debe subrayarse que este empeoramiento de las tendencias en un número importante de entidades federativas está lejos de ser una condición que haya tomado por sorpresa a la Secretaría de Salud. En lo internacional, las nuevas variantes de coronavirus y su impacto en otras latitudes ya habían advertido semanas atrás sus consecuencias en la salud de las personas. Incluso, autoridades de organismos internacionales pidieron a los países preservar la observancia de medidas preventivas, como el uso obligatorio de cubrebocas en espacios interiores y concurridos. Ante los riesgos sanitarios, las críticas a la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, así como al llamado “día de la libertad” en que Inglaterra dio por terminada la mayoría de las restricciones covid-19, se mantienen vigentes al interior de las sociedades japonesa e inglesa, respectivamente.

En lo nacional, al igual que en las primeras semanas de 2020, nuestro país volvió a hacer oídos sordos a la evidencia internacional. Por eso, las zonas turísticas de alta circulación se convirtieron en los primeros epicentros de contagio masivos, valga recordar el caso de los estudiantes poblanos contagiados de covid-19 que ahora representan un factor de riesgo para su estado; como de igual forma el resto del país está observando números significativos al alza en contagios, lo que podría incrementar a su vez el número de lamentables fallecimientos en el corto plazo.

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El problema de fondo es que México nunca se dio a la tarea de instrumentar mejores prácticas, que hoy tienen a otros países y ciudades en una situación de riesgo muy por debajo a la nuestra. En esas experiencias sí hubo tiempo para el desarrollo de protocolos de prevención, monitoreo y rastreo de cadenas de contagio; como también a garantizar el acceso y distribución de vacunas con probados estándares mínimos de calidad, por el alto porcentaje de efectividad que aseguran al receptor. La claridad en las reglas e indicadores fue la que permitió reactivar, de manera más estable, las actividades productivas en beneficio de millones de trabajadores.

Todavía hoy, en sentido contrario a esas mejores prácticas internacionales, resulta preocupante la falta de transparencia con la que se definen y conducen nuestros criterios sanitarios. Desde el inicio de la pandemia, la Secretaría de Salud ha sido señalada por especialistas por su actuar discrecional que en poco ayuda a movilizar esfuerzos ciudadanos, como por ejemplo en las cuentas de contagiados y fallecidos, que tienden al subregistro. Ahora, en un nuevo capítulo, los medios difunden que la dependencia presenta cambios a los parámetros del Semáforo de Riesgo Epidemiológico sin explicar su fundamento ni rendir cuentas de las acusaciones hechas por gobernadores de ser utilizado políticamente. Por ello, en México la tercera ola se debe, en gran parte, a la falta de rigor institucional.


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