Se percibe tensión en algunas instancias del Gobierno de la Ciudad de México. Por el perfil de las decisiones asumidas en los últimos meses, todo parece indicar que los estudios de opinión les expresan un escenario cada vez más adverso a aquella hegemonía prometida en la elección de 2018. Una privilegiada oportunidad política concedida en las urnas a un nuevo partido con rostros conocidos, a pesar de los más de veinte años de natural desgaste que lleva la izquierda en la capital del país.
Sin embargo, esas mismas instancias públicas pueden traer muy bien el pulso social, pero fallan en la ejecución de la ruta de rectificación. Traen claro el diagnóstico porque saben de la inconformidad ciudadana con las políticas públicas de la capital, en especial aquellas vinculadas con los temas de la seguridad y los apoyos económicos para la preservación del empleo. La pandemia no es la causante de esta percepción, porque las valoraciones de cómo se están enfrentando los retos desde las instancias de gobierno local ya venían en situación crítica, pero el covid-19 sí aceleró la inconformidad por la débil protección que las políticas públicas terminaron por ofrecer al bienestar y la tranquilidad de las familias.Además, existen otras áreas de valoración que no terminan de encontrar buena aceptación, como las del manejo del agua, la situación del transporte público colectivo o el poco esmerado desempeño que mostraron varios alcaldes del partido oficial. Prueba de ello es que las más diversas encuestas publicadas por los medios de comunicación exhiben una pérdida de aprobación cada vez más marcada hacia el Gobierno de la Ciudad de México, aparejada con una sensación de crecimiento de la violencia y la inseguridad en su territorio.El diagnóstico de la inconformidad está claro, pero en el intento de darle solución algunas autoridades de la Ciudad de México caminan en sentido contrario al demandado por las personas que en ella habitan. Porque si algo quedó patente en los resultados de los comicios de junio es que la ciudadanía quiere convivencia democrática en la formulación de políticas públicas y rendición de cuentas de servidores públicos, en vez de un partido dominante que controle cada ámbito de la vida pública de la capital del país.De esta forma, los capitalinos, en su gran mayoría, buscan competencia para el buen gobierno, en vez de atrincheramiento autoritario. Por eso resulta un grave error la represión ordenada en contra de alcaldes electos de oposición, cuando desde hace semanas éstos buscan un diálogo pacífico y propositivo con el Gobierno de la Ciudad de México para actualizar los términos de la coordinación entre instancias públicas.Y es que la agresión de ayer es, apenas, el último eslabón de una creciente cadena de acontecimientos que dan la espalda al mandato ciudadano. Ahí está la negativa de la directiva de Morena a reconocer el cambio en el mapa político la tarde misma de la elección, mientras una mayoría ciudadana les había negado el acceder a sus candidatos a nueve de dieciséis alcaldías de la Ciudad de México.Continuó cuando los alcaldes salientes del partido oficial se negaron a establecer una transición ordenada con los electos, sumada a las evasivas de la jefa de Gobierno a reunirse con estos últimos. Ahora, contrario a la expectativa ciudadana, las alcaldías opositoras están bajo la amenaza de verse debilitadas en sus facultades, a partir de una serie de reformas que les restringe capacidad de decisión en materia de seguridad y administrativa.Mientras en las urnas los capitalinos rechazaron los intentos de sus autoridades locales de mantener la ruta de la polarización, ayer los alcaldes electos fueron recibidos con cuerpos antimotines e inclusive recibieron una serie de agresiones a su integridad física. Por eso se vive tensión en la Ciudad de México, porque varias de sus autoridades se niegan a respetar la convivencia democrática y a conquistar la lealtad de los ciudadanos, a partir de las mejores políticas públicas posibles. There is no ads to display, Please add some
