¡Órale, compa! En Sinaloa, la neta, la cosa está que arde. Hace un año que los bandos del Cártel de Sinaloa, los Chapitos y los Mayos, se están dando con todo, como si Culiacán fuera ring de lucha libre. Más de 1,800 muertos y 2,800 desaparecidos después, según activistas, los sinaloenses ya están hasta la madre. El domingo, unas 20,000 almas, según los organizadores, salieron a las calles de Culiacán vestidas de blanco, gritando “¡Basta, queremos paz!” y hasta pidiéndole la renuncia al gobernador Rubén Rocha Moya. ¡Zas, qué cachetada!
Y mientras el pueblo marcha, la presidenta Claudia Sheinbaum nomás dice que “están trabajando en eso todos los días” y que meterle más plomo al asunto sería como echarle gasolina al fuego. ¡Vaya consuelo! Dice que quiere evitar una guerra como la de Calderón, pero, ¿y luego? Los narcos no andan jugando canicas, y Culiacán parece set de película de acción, con cuerpos en las calles y negocios cerrados. La estrategia de “abrazos, no balazos” de AMLO sigue siendo la onda, pero parece que los abrazos no llegan a Sinaloa.
Por su parte, el gobernador Rocha, que según “El Mayo” Zambada hasta se iba a reunir con él antes de que lo secuestraran y lo mandaran a gringolandia, nomás se lavó las manos. Dice que “no hay paz” y aplaude que la gente salga a marchar, como si él no tuviera vela en el entierro. ¡Órale, compadre, ponte las pilas! La neta, parece que el gobierno estatal y federal están jugando al Tío Lolo: ven la bronca, pero nomás se hacen guajes.
Lo más gacho es que los sinaloenses están atrapados en el fuego cruzado. Escuelas cierran, los changarros quiebran y la gente vive con el Jesús en la boca. Algunos, hartos, hasta le piden a Trump que mande a los marines, aunque eso suene a venderle el alma al diablo. Mientras, los cárteles siguen su pleito por el control, y los políticos se la pasan echando rollo. ¿Cuándo van a dejar de tratar a Sinaloa como patio trasero de sus pendejadas? ¡Ya chole con tanta promesa vacía!
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