¡Órale, carnales! Al fin, después de tanto jalón de greñas en San Lázaro, la diputada panista Kenia López Rabadán se sentó en la silla presidencial de la Cámara de Diputados. ¿Recuerdan el show? Morena, con su ala dura al frente, la vetó a diestra y siniestra, y quién más que Dolores Padierna –sí, la doña casada con René Bejarano, el famoso «señor de las ligas» que se embolsó fajos de billetes de Carlos Ahumada en pleno videoescándalo del 2004– para soltar el grito de guerra. «¡No a Kenia, que es muy crítica!», decía la señora, como si no supieran que en el fondo lo que querían era un club de morenistas puros para posar en la foto de la primera sesión del Poder Judicial junto a la presidenta Sheinbaum. ¡Puro nepotismo guinda, nomás pa’ que la imagen quede de familia unida!
Pero, ¿qué pasó? Pues que la ley es la ley, y al PAN le tocaba el turno por ser la segunda fuerza. Tras días de negociaciones a puerta cerrada –con celulares confiscados y todo el drama–, Morena cedió con la cola entre las patas. Kenia ganó con 435 votos a favor y solo cuatro en contra (seguramente los más chapados a la antigua). Ahora, Sergio Gutiérrez Luna, el morenista que extendió su presidencia hasta el 5 de septiembre pa’ recibir el informe de Sheinbaum sin opositores en la foto, se va a la vicepresidencia, desplazando a la misma Padierna. ¡Ja! ¿Ves? Al final, hasta los vetos se negocian como en el tianguis.
Y no mamen, esto grita exclusividad a leguas. Querían que el Poder Legislativo pareciera una filial de Morena, pero ahora que Kenia –la de las «contramañaneras» contra AMLO– toma el mando, se van a enojar si les dicen sectarios. ¡Hipócritas! Como si el escándalo de Bejarano no les recordara que la corrupción no tiene colores, pero ellos sí quieren monopolizar el show. Kenia prometió pluralidad y respeto a minorías, pero con Morena de mayoría, va a ser como bailar danzón en un ring de lucha libre. ¡A ver si no terminan todos con moretones políticos!
En fin, México, sigamos riéndonos de estos devotos que se creen santos, pero acaban enredados en sus propias ligas. ¿Quién dijo que la política no es un circo?
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