Seguridad, tarea fallida

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Mi primer recuerdo estremecedor de la violencia en México fue en 2008, cuando habitantes de Ciudad Juárez reportaban encontrarse entre fuego cruzado, agachados dentro de sus autos, buscando refugio en algún establecimiento o recluidos en sus casas, huyendo de una muerte fortuita. La realidad y la estrategia de comunicación del entonces gobierno federal que, un día sí y otro también, mostraba tanto las atrocidades de los criminales como sus capturas para intentar demostrar que la guerra contra el narco funcionaba, nos mantuvo en un estado de terror permanente, pero hoy, desde la tribuna presidencial se dice que México está en paz, cuando estamos mucho peor.

En ese entonces, el diario El País reportaba así la violencia en Juárez: “Las muertes violentas en la localidad mexicana de Ciudad Juárez han superado la cifra simbólica de 400 asesinatos sólo en los cinco primeros meses de 2008. Según las cifras de la Agencia Estatal de Investigación, enero se saldó con 47 muertes violentas en la ciudad; febrero con 45; marzo vio 116 asesinatos; abril, 56, y el mes de mayo ha batido el récord como el mes con más homicidios en la ciudad con 139”.

Hoy, en cualquiera de las regiones donde los grupos criminales están en guerra, lejos estamos de reportar 403 asesinatos en cinco meses, sino muchos más, y a nivel nacional, según datos oficiales, durante el primer cuatrimestre del año, 11 mil 595 personas perdieron la vida por homicidios o feminicidios. Esta cifra es sólo un 3% inferior a la reportada en el mismo periodo del año pasado y prácticamente igual a la de 2019. Los tres primeros años de este sexenio son los más sangrientos de la historia de México.

Si revisamos los datos a partir de 2015 encontramos que en el primer cuatrimestre de ese año se registraron 5 mil 695 asesinatos; para el mismo periodo de 2016 la cifra ascendió a 6 mil 705; en 2017 la cifra se incrementó a 8 mil 844; en 2018 fueron 10 mil 869; en 2019 se registraron 11 mil 599, y en 2020 se alcanzó la cifra récord de 12 mil 66.

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Si bien es cierto que este año se reportó una disminución de 471 homicidios respecto al año pasado, fue después de presentado el informe que sucedió la masacre en Tamaulipas, donde 15 civiles perdieron la vida, el pasado 19 de junio, seguida de otras jornadas sangrientas en Guanajuato, Tabasco y dos días en Zacatecas.

La paradoja es que, a pesar de que ya vamos para tres lustros en los que cada año es el “más violento de la historia”, sexenio tras sexenio se mantiene y profundiza la estrategia fallida de dejar en manos de las Fuerzas Armadas prácticamente toda la responsabilidad de la seguridad pública, en vez de crear policías bien entrenadas y confiables que, complementadas con una serie de políticas sociales y un sistema judicial eficiente, vayan reduciendo los niveles de inseguridad y de violencia. El Estado mexicano lleva décadas fallando en una de sus tareas básicas: la de proveer de seguridad y justicia a sus ciudadanos, pero nunca como durante este sexenio se ha renunciado al intento de conseguirlo.

La masacre de Reynosa marcó un hito porque, a diferencia de antes, los criminales fueron en contra de civiles, personas que simplemente estaban en el lugar y hora en la que sus asesinos los encontraron, en una tierra donde éstos pueden andar a sus anchas porque, como en muchas otras zonas del país, el Estado no existe, pero el inicio de la siguiente Legislatura es una gran oportunidad para que la oposición presente una propuesta de solución a la inseguridad y a la violencia, de presionar para que ésta sea discutida y para que quienes durante tres años han eludido su responsabilidad, rindan cuentas y corrijan el rumbo.


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