López Gatell, el criminal

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Por: Alejandro Díaz

El doctor Hugo López-Gatell Ramírez ha sido central en el desastroso manejo de la pandemia del COVID. Sus credenciales académicas parecían impecables: médico por la UNAM, Maestro en ciencias de la Salud por la misma institución, especialista en medicina interna por el Instituto de Nutrición; doctor en epidemiología en la prestigiada Universidad Johns Hopkins. Todo hacía ver que era el hombre adecuado para las peores epidemias que padecería México en los últimos 100 años.

Funcionario público desde 1998, tuvo una carrera ascendente hasta estar encargado del manejo de la campaña contra el virus AH1N1 en 2009 en que mostró su incapacidad. Apenas unas semanas después del inicio de esa epidemia fue separado de esa responsabilidad y asignado a otro puesto donde no pudiera causar daño. Es precisamente por este conflicto durante el gobierno de Felipe Calderón que mereció la atención del actual inquilino de Palacio Nacional, no por sus cualidades académicas.

Ya en 2009 desdeñaba la realización de pruebas masivas, las que se llevaron a cabo tan pronto fue separado de su cargo. Tampoco pudo llevar con cuidado la encomienda de registrar contagios y muertes a causa del virus. Sus datos de fallecidos fueron cuestionados y tuvieron que ser auditados, encontrándose que el número reportado de fallecidos era 10 veces mayor que el real y que algunos registros eran inexactos, cuando no francas mentiras.

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Sus posturas profesionales y sus poco científicas actitudes siguen igual a través de los años. Al igual que en 2009 desdeñó el valor de las pruebas masivas y del uso del cubrebocas, contraviniendo las sugerencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sólo aceptó recomendar la sana distancia, y eso sin convencer a su superior para evitar mítines y “baños de pueblo”.

En cuanto a pruebas contra el COVID México encabeza la lista de naciones con menos pruebas por 100,000 habitantes. Y el uso de cubrebocas no se ha difundido suficientemente porque aunque se recomienda no se predica con el ejemplo. En calles y transporte público se sigue viendo a muchas personas sin cubrebocas lo que ha permitido se trasmita el virus. Especialmente en reuniones familiares se baja la guardia y se convive sin cubrebocas y sin sana distancia en lugares cerrados. Por eso se dio el grave repunte pasando las fiestas decembrinas.

Que cayeran enfermos de COVID tanto López-Gatell como su superior no debiera extrañar. Éste sólo usó cubrebocas cuando viajó en avión a reunirse con Trump. Gatell llegó a usarlas ocasionalmente, como prueban algunas fotografías pero en general no lo usaba en reuniones oficiales. No se sabe mucho de su comportamiento privado pero nunca se mostró con cubrebocas en ese ámbito.

Predicar con el ejemplo no es de él (ni de su superior). No sólo no creen en las recomendaciones de la OMS, no les importa seguirlas ni les importa si los demás las siguen a pesar de su eficacia para contener el mal. Los dos tampoco cuidan sus declaraciones: primero nos dijeron que no había de que preocuparse, “que había que abrazarse”; luego que “en el peor de los casos llegaría a causar no más de 60,000 fallecidos”. Cuando el superior cayó postrado por el virus la cuenta de víctimas mortales llegaba ya a 150,000 y ahora que él es quien lo padece “en forma ligera” ya pasa de 180,000.

Pero ninguno de los dos corrige ni declaraciones ni prácticas. López-Gatell nunca admitió sus errores de predicción y su superior se sigue mostrando en público sin cubrebocas a pesar de haber sufrido el virus. López-Gatell debe ser juzgado por su incapacidad criminal.

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