Lo que hace libre a las mujeres

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La libertad y el ingreso económico propio van de la mano y mucho más para las mujeres. Mujer que no tiene ingreso o la posibilidad de obtenerlo, inevitablemente experimenta menores márgenes de libertad para decidir y romper cadenas de dependencia.

El ingreso propio transforma la vida de las mujeres, empezando por las más vulnerables.

La pregunta entonces es ¿qué factores son determinantes para ampliar los márgenes de libertad de las mujeres para asegurar un ingreso digno y justo?

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Diversas investigaciones dan cuenta de que la educación, ser dueñas de sus viviendas, tener los derechos de propiedad y contar con apoyos institucionales para el cuidado de los hijos, se traduce para las mujeres en espacios de libertad, mayor capacidad para decidir y pérdida de miedos y dependencias.

La educación sobresale por encima de cualquier otra condición para transformar la vida y el ingreso de las mujeres y debemos trabajar para crear y fortalecer este círculo virtuoso, porque si bien la eficiencia terminal de ciclos escolares y el desempeño que logran muchas mujeres es, según diversos estudios, más destacado que el de los varones, sus oportunidades en los mercados laborales y sus ingresos no son aún los mismos ni son igualmente valoradas.

El entorno, la cultura, los usos y costumbres como solemos llamar a aquello que por años o siglos ha venido sucediendo y que en ocasiones se traduce en “abusos y costumbres”, resultan determinantes. Un mejor ingreso puede representar para mujeres que viven en entornos adversos, machistas y violentos una mayor tensión en sus relaciones de pareja y de familia. Los márgenes de libertad que ganan en un ámbito se los arrebatan en el otro.

Si a esto sumamos las tareas no remuneradas y que se han atribuido casi exclusivamente a las mujeres como el cuidado de los hijos, los adultos mayores y los enfermos, la pérdida de ingreso es enorme. Este trabajo representa alrededor de 20 por ciento del PIB. Aportan en un trabajo silencioso y no remunerado la quinta parte de todo el valor económico del país y nada de ello regresa a sus bolsillos.

Aun en amplios sectores de la población predominan estereotipos. Se da por hecho que las mujeres tienen cualidades y aptitudes para negociar, siempre y cuando sea para otros, también se les reconoce su capacidad de trabajo aunque ello no se refleje en el tabulador, o bien, su sensibilidad y disposición a apoyar a otros, lo que no hace casual que aun en posiciones de poder se ubiquen en áreas sociales o educativas, y excepcionalmente en agendas económicas o de seguridad. Suelen descartarse de antemano atributos como la fuerza o la capacidad para gobernar en situaciones complejas.

Todos tenemos tareas urgentes para que la equidad y para que el mandato de igualdad que en letra dicta la ley, se vaya convirtiendo en realidad. Ha habido avances, eso es innegable. No han sido concesiones sino logros de una lucha cotidiana, la mayoría de las veces en silencio y sin reconocimiento, pero debemos aceptar como sociedad que aún falta mucho por hacer, no solamente en la brecha salarial, sino también en la valoración del trabajo femenino en todas sus expresiones. Las mujeres tenemos que decidir y construir nuestras propias reglas en mundos donde prevalecen los mandatos masculinos. Los hombres resultan indispensables para ampliar los márgenes de libertad de las mujeres, cuando deciden estar de su lado.

Recientemente acudí a una organización en donde las mujeres son absolutamente imprescindibles para el éxito de sus productos, y en su Consejo de Administración no hay una sola presencia femenina. No es tema de cuotas sino es imposible creer que no haya capacidad y talento de una mujer en dicha organización. Es justamente en los puestos de toma de decisión en donde los obstáculos y los muros siguen siendo mayores y nos urge derribarlos.

Tengo la esperanza y convicción fundadas de que las mujeres seguiremos avanzando, porque no daremos marcha atrás; y como suele decir Patricia Mercado, ya no esperamos a que alguien nos saque a bailar, nosotras decidimos levantarnos y bailar a nuestro ritmo con esa libertad a la que no renunciaremos sino más bien queremos que suceda para todas y necesitamos que cada día sea más amplia.

Ingreso y libertad, son dos caras de una misma moneda.


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