Urge una historia completa

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“La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos. Hacen de una sola historia la única historia.”

En su conferencia titulada El peligro de la historia única, la escritora nigeriana Ngozi Adichie insiste que cuando se cuenta sólo una parte de la historia, por lo general suele dejarse de lado la mejor parte y se enfatizan las diferencias en lugar de las similitudes.

Una historia excepcional es la de la comunidad mexicana en Estados Unidos. Cuando hablamos de los cerca de 35 millones de mexicanos que actualmente viven allá, de los cuales 12 millones son nacidos en México, sólo puedo coincidir con la urgencia de contar y construir una nueva narrativa que supere la historia única e incompleta que por años ha prevalecido en ambos lados de la frontera.

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La comunidad mexicana que vive en Estados Unidos por su tamaño, sus valores y su importancia económica ya no es de migrantes, sino un núcleo poblacional estadounidense profundamente vinculado a México. Este cambio, aparentemente semántico, entraña una transformación que todavía no es cabalmente comprendida en Estados Unidos y en México y que ha sido mal contada allá e ignorada acá.

En Estados Unidos persiste el estereotipo del indocumentado a pesar de que sólo 17 por ciento no cuenta con documentos, dedicado a trabajos poco calificados y con baja remuneración. La realidad es completamente distinta. Una crítica recurrente a la comunidad es que no se integra a Estados Unidos, pese a que 23 millones son ciudadanos estadounidenses, totalmente bilingües y 20 millones de esos 35 millones hablan inglés en sus casas para comunicarse con sus familias. Otra crítica infundada es el costo que genera la comunidad y que debe ser pagado por los ciudadanos norteamericanos. Esta percepción es completamente equivocada. Diversos estudios de autores norteamericanos demuestran que la comunidad de mexicanos paga impuestos similares a los otros grupos y sólo recibe 80 centavos en servicios públicos.

El poder económico de la comunidad mexicana en Estados Unidos representa 8.0 por ciento del PIB y en algunos sectores de la economía, como la construcción, cerca de 20 por ciento. En suma, la comunidad tiene un peso económico importante y en crecimiento.

En México también existe una historia incompleta acerca de la comunidad. Se asume como un grupo aislado con vínculos tenues con nuestro país, lo que es equivocado por muchas razones. La primera es que se trata de mexicanos en toda la extensión de la palabra, de pleno derecho. Tanto los que nacieron aquí, como los hijos de connacionales que nacieron allá, son mexicanos por nacimiento según nuestra Constitución. Si esto no bastara, deberíamos entonces recordar que anualmente envían más de 22 mil millones de dólares en remesas a sus familias y que 1.4 millones de hogares tienen esa remesa como único ingreso. Debemos también reconocer su enorme contribución al desarrollo de México. Sin las remesas y sin el proceso migratorio, habría en México siete millones más de desempleados y diez millones más de pobres. Por todo ello, los mexicanos debemos plantearnos cómo construir una relación con esa comunidad.

La mirada que más haría justicia a esta comunidad es la que ellos tienen de sí mismos, en sus entornos inmediatos, con sus familiares y amigos e incluso con sus empleadores. Los que conocemos sus historias sabemos que se trata de personas trabajadoras -por eso los contratan-, se esfuerzan, salen adelante, y la familia forma parte de su plataforma de desarrollo cotidiano. Que son exitosos, a pesar de lo difícil que fue comenzar. Esos mexicanos son los primeros ciudadanos plenamente norteamericanos, regionalmente hablando, pertenecen a los dos países, ven la final de Liga Mexicana de Futbol con la misma pasión con la que ven el Superbowl y, como ellos dicen, su corazón es tan grande que en él caben los dos países. Nuestra historia incompleta no los considera así. Esta historia única es un gran error y sólo ha logrado que perdamos la enorme oportunidad que representaría una mayor vinculación con la comunidad.

Mi trabajo con la comunidad mexicana en Estados Unidos busca cambiar esta historia. Quiero contribuir al esfuerzo que diversos académicos, especialistas y líderes sociales de ambos países para construir y visibilizar sus nuevas realidades e invaluables aportaciones, porque como bien afirma Ngozi Adichie “cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso”.


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