La encrucijada

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Las elecciones que se avecinan son una encrucijada para el país y para los partidos políticos.

Esta semana concluyen las campañas de las elecciones locales más relevantes antes de la presidencial del 2018 con procesos que se cierran en medio de todo tipo de señalamientos, miles de spots y una enorme especulación sobre los resultados electorales.

Ahora se abre el llamado tiempo de reflexión previó a la jornada electoral del 5 de junio y es deseable que esta pausa sirva para enfriar un poco los ánimos, hoy caldeados por la intensidad de la contienda y por la guerra de lodo que lamentablemente ha marcado a las campañas. La jornada electoral se anticipa reñida y de pronóstico reservado respecto a la participación de los ciudadanos ante el clima de denostación, el incremento de la violencia de los últimos días y el desencanto democrático que se observa en muchos ciudadanos a consecuencia de la pérdida de confianza en la política, del alejamiento de los políticos de las causas populares, la corrupción y la falta de resultados significativos para los votantes.

Las elecciones que se avecinan son una encrucijada para el país y para los partidos políticos y al mismo tiempo un enigma, un cruce de caminos, ya que con sus resultados se cerrarán y abrirán nuevas vías de participación para ciudadanos y políticos, ahora y en las próximas elecciones federales. Y no puede ser menos ante la adelantada carrera presidencial y los sueños guajiros de muchos que ya se frotan las manos por ver caer a sus adversarios -aún del mismo partido- y otros que cifran su vigencia en lo abultado o no del resultado electoral. Lo cierto es que ante la situación del país -y los más sensatos lo entienden bien- se requerirá mucho más que un buen resultado electoral para colocarse en el ánimo ciudadano, sobre todo porque los acontecimientos nacionales e internacionales son muy cambiantes y críticos, la transformación de los partidos está en punto de quiebre y el desafío del crecimiento económico, la corrupción, la inseguridad y el mal humor social es inconmensurable.

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Si a esto le agregamos que la mayoría de las encuestas anticipan elecciones muy competidas, con márgenes estrechos y sin grandes individualidades por encima de los partidos y candidatos, las próximas elecciones no serán podio ni cadalso para nadie de cara al 2018. Lo que sí se debe esperar es que sean significativas para los ciudadanos de cada entidad en función de la instalación de buenos gobiernos, con capacidad para dar resultados tangibles que mejoren la vida diaria de la población y sus comunidades y que rindan buenas cuentas.

Pese a todo, lo que sí se advierte es una lucha feroz de muchos actores por adjudicarse ganar la interpretación de los resultados electorales, ya que como se sabe, las victorias tienen muchos padres y madres y las derrotas son huérfanas. Por lo mismo, es previsible que se dé un reacomodo natural al interior de las fuerzas políticas y en la posición de cada una de estas en la tabla de preferencias.

Es preciso insistir, hasta ahora los pronósticos son reservados, los analistas más serenos y las mediciones serias nos dicen que la moneda está en el aire. Por ello, no debe extrañar que los partidos estén insistiendo en alianzas de facto de último momento y llamando al voto útil como estrategia para mejorar sus números y concretar las esperadas victorias. Mientras tanto, algunos dilemas ya están prácticamente resueltos, como el de los candidatos independientes que, ni con mucho, están logrando la fuerza que esperaban luego de la coyuntura que llevó al Bronco a la gubernatura de Nuevo León. Otro hecho relevante es el enorme desconocimiento y el poco entusiasmo que ha provocado la elección de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, al grado que ya muchos se preguntan sobre la legitimidad de la misma, sobre todo si la participación ciudadana es baja.

En tanto llega el llamado día D, habrá que estar muy atentos al comportamiento de fenómenos reales o inducidos como la violencia como agente disuasivo, dirigida a provocar incertidumbre que se traduzca en abstención, en votos de miedo o de castigo por señalamientos infundados. Y no se trata de ver moros con trinchete, pero lo cierto es que hechos como el discurso de la penetración del crimen organizado, las ejecuciones y linchamientos en diversos sitios del país, y hasta el extraño secuestro del futbolista Alan Pulido así como su espectacular liberación se prestan a suspicacia y acaban incidiendo en el ánimo ciudadano.

También debemos observar como causal de ilegalidad e ilegitimidad el uso indebido que se haga de recursos públicos y el manejo ilegal de los programas sociales o de las nóminas gubernamentales, tan socorrido por quienes quieren ganar de cualquier manera para seguir protegiendo sus intereses particulares.

Y con todo, el llamado vigoroso de todos los que creemos en la democracia a pesar de sus deficiencias, es a salir a votar como la mejor respuesta y apuesta por el futuro. Como la vía más eficaz para romper el cerco anti democrático y la inamovilidad social y política que buscan imponer autoritarios y corruptos, sembrando confusión, miedo y falsas promesas.

Es cierto, la mayoría de las fuerzas políticas están desprestigiadas y fragmentadas y eso daña, pero la pérdida de la esperanza y la inacción es un daño aún mayor para un sistema democrático que no ha terminado de consolidarse. Ese tránsito requiere de los partidos y de las elecciones y no hay que ir muy lejos para saber que una democracia fuerte requiere de partidos fortalecidos y renovados, comprometidos con el bien común.

Para los políticos y los procesos, la moneda está en el aire; para muchos ciudadanos, en medio de sus preocupaciones y demandas, la suerte está echada y pende de su decisión en las urnas; a estas alturas, los llamados indecisos ya decidieron o lo harán en las próximas horas, su voto define, si aún deciden participar. Aún es tiempo de mejorar la vida cotidiana por esta vía y se puede, todos a votar.


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