El poder, ese gran afrodisíaco

0
314

En una ocasión, conversando con Juan José Rodríguez Prats —exlegislador hoy alejado de la militancia partidista—, al abordar el tema de ciertas irregularidades de un personaje conocido, él respondió que la explicación detrás de esos comportamientos era la «condición humana». En varias oportunidades lo escuché pronunciar estas palabras al referirse a escándalos motivados por la conducta de miembros de la clase política, la cual, por cierto, ofrece abundantes ejemplos de ello.

Lo anterior se conecta con una reflexión de Mario Vargas Llosa. El Premio Nobel de Literatura, al ser entrevistado sobre su experiencia en la campaña electoral en la que buscó la presidencia de Perú —siendo derrotado por Alberto Fujimori—, señaló: “La enseñanza más provechosa que he sacado de esa experiencia es que soy muy mal político… y también… que la política saca lo peor del ser humano, por la atracción extraordinaria que hay hacia el poder”.

Todo esto nos lleva a una frase atribuida a Henry Kissinger: «El poder es el gran afrodisíaco», que ha derivado en una variación que reza: «el poder es el único afrodisíaco que dura 24 horas». Así, podemos combinar estos conceptos para preguntarnos si la condición humana explica esta fascinación que muchos sienten por el poder.

Es evidente que el poder resulta atractivo para muchos, incluso desde un punto de vista sexual —la biografía de Napoleón escrita por François-René de Chateaubriand es un buen ejemplo—. Además, conlleva influencia, admiración y respeto. Sin embargo, a la par de esto, y quizás oculta por la admiración, se encuentra el deseo de poder, que en sí mismo puede ser un objetivo deseable, y la ambición por obtenerlo puede convertirse en una fuerza motivadora muy intensa, llegando a manifestarse de una forma no tan positiva.

-Publicidad-

Si el efecto afrodisíaco del poder dura 24 horas, parafraseando la versión de Kissinger, ¿qué harían quienes lo tienen como objetivo para conseguirlo? ¿Es aquí donde aplica aquello de que «todo se vale»?

Todas estas consideraciones podrían explicar algunas conductas llamativas de conspicuos miembros de nuestra clase política: el cambio de partido —incluso a uno al que antes atacaban—, las simulaciones, las contradicciones constantes, la ostentación, el deseo de figurar o de ser el protagonista principal, y otras actitudes que, en ciertos momentos, generan rechazo, pero que parecen ser muy reconfortantes para quienes las llevan a cabo.

No nos confundamos. Una cosa es tener poder y estar en posibilidades de cambiar las cosas o hacer lo que uno desee, y otra es simular tener poder aprovechando —o abusando— de las herramientas que ciertos cargos otorgan a quienes los detentan. Una cosa es cambiar el rumbo de un país o iniciar una guerra, y otra muy distinta es obligar a un ciudadano a disculparse haciéndose el ofendido.

En resumen, la frase «el poder es el único afrodisíaco que dura 24 horas» ilustra que el poder puede ser una fuerza muy atractiva en la vida y que su influencia se mantiene en el tiempo, para bien o para mal.

X/TwitterThreads: @AReyesVigueras • BlueSky areyesvigueras.bsky.social


There is no ads to display, Please add some