¿Candidatos en caballo de hacienda?

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Por: Salvador I. Reding Vidaña

En las elecciones de 1992 en Estados Unidos, se decía que George Busch, tras su prestigio ganado en la guerra de Irak, era imbatible, que ganaría aplastantemente la elección. Hasta se sugirió que el partido demócrata renunciara a una batalla perdida, y nombrara al republicano Busch como su candidato, que podía irse a jugar golf y seguir otros cuatro años de presidente. Sin embargo, Bill Clinton y su partido decidieron enfrentar a Bush, y le ganaron. Se supone que fue gracias a la participación de un candidato independiente, Ross Perot, que se llevó millones de votos que hubieran sido para el partido republicano y Busch (padre).

¿A qué lleva esta historia? A que no siempre el candidato en caballo de hacienda, y “seguro” ganador, triunfará. Y hay otros casos que se podrían citar de seguros ganadores que por alguna o varias razones, son vencidos electoralmente. En España, el Partido Popular perdió ante el PSOE, cuando al último momento, antes de la elección, el gobierno del PP hizo responsable de los atentados en España a la ETA, cuando Al Qaeda declaró ser el responsable. Tras ello, la ciudadanía española cambió suficientemente su intención de voto y el PP perdió la elección a favor del supuesto derrotado de antemano, el PSOE.

Hay muchas razones por las que un supuesto seguro ganador puede perder votaciones. Puede ser por una gran resistencia civil que de pronto logre suficiente apoyo para que por votación gane alguien o algo más. En la primera ocasión en que Hugo Chávez hizo una consulta popular para que se aceptara cambiar la constitución y reelegirse, la perdió por ligero margen, por un movimiento a favor del “NO”, que iniciaron unos universitarios y que ganó la voluntad de los ciudadanos.

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Buenas campañas electorales pueden cambiar del seguro ganador al competidor, muchas veces porque el primero y su partido se sienten tan seguros que descuidan las campañas, la imagen pública, mientras que el competidor y su partido hacen buenas campañas, que convencen al votante que acude a las urnas. En ocasiones, repentinas denuncias de corrupción, de mala administración o vergonzosas alianzas con ladrones, hacen perder una elección. Otras veces eventos externos cambian la realidad de un país y ponen en entredicho la credibilidad o capacidades de gobierno de un mandatario que intenta reelegirse o de su “delfín”.

A fin de cuentas, enfrentar electoralmente a un político que “la tiene segura” bien puede valer la pena y ganar, aun estando en desventaja de recursos, medios y apoyos de políticos poderosos o de los llamados “poderes fácticos”, con sus dineros, soportes y hasta presiones políticas.

Entonces, competir contra el campeón puede resultar un éxito supuestamente inesperado o hasta “imposible”. A veces, los triunfadores ante el supuesto seguro ganador salen de la nada y ganan, aunque no tengan antecedentes políticos, entre ellos quienes son calificados como “caballo negro”. Lech Walesa ganó la elección frente al comunismo dominante, contra todo pronóstico oficial, un obrero convertido en líder social y político. En Perú, en 1990, un académico, Alberto Fujimori, ganó la presidencia al popular escritor Mario Vargas Llosa, por la cuestionada administración de Alan García.

Finalmente, y aún a pesar del forzar o comprar votantes, puede ser insuficiente, y la sociedad reflexiona lo suficiente para enfrentar y vencer ante un poderoso, o dictador. Es característica humana decidir más por emotividad que por razonamiento, pero las emociones que convencen llevan a una suficiente reflexión para que los votantes venzan al “invencible”. La inteligencia y las simpatías despertadas en campaña, el carisma de buenos candidatos, una buena oferta de gobierno, pueden lograr resultados favorables frente al poder.

¿Qué no se puede? Luego resulta que sí se pudo. Esfuerzo, carisma, inteligencia, buen equipo, identificación con las necesidades y deseos del votante, pueden llevar al triunfo sobre la presunta derrota anticipada.


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