El fin del covid-19 no es nuestra victoria

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En una coyuntura donde la pandemia, día a día, sigue registrando los contagios en miles, así como los lamentables fallecimientos en cientos, distintas autoridades federales del sector salud y otros perfiles del Movimiento Regeneración Nacional parecieran quererle dar carpetazo al covid-19.
Ello a pesar de que millones de hogares en todo el territorio siguen sufriendo los graves impactos, que van desde el dolor que conlleva el luto hasta la intranquilidad por la pérdida de ingreso en el contexto de una economía nacional considerada en recesión técnica, después de mostrar caídas consecutivas del Producto Interno Bruto en los últimos dos trimestres del año pasado. La estrategia de estas autoridades y políticos afines a Morena es clara: evadir las interrogantes de la estrategia de salud, abonar a la polarización política y volcarse a una campaña electoral que está a dos lejanos años de arrancar. El problema de fondo es que los costos para la sociedad no se quedan ahí, porque la ocurrencia en estas autoridades sigue dominando la conversación pública a lo largo de la ola de la variante ómicron, tras más de un año de pandemia. Constatarlo en los medios de comunicación resulta incuestionable. Desde el secretario de Salud, que sugiere curar el covid-19 con VapoRub, y el titular del Instituto de Seguridad de Servicios Sociales de los Trabajadores, que para ese fin promueve la medicina homeopática sin acompañamiento de la comunidad médica; hasta el propio subsecretario Hugo López-Gatell, que se ha dedicado a contravenir la gran mayoría de las mejores prácticas identificadas por la Organización Mundial de la Salud, como el uso de cubrebocas. Ello, sin olvidar que en la Cámara de Diputados también se cuecen habas, con la recomendación del presidente de la Comisión de Salud —afiliado a Morena— de aliviar malestares de garganta con jalón de orejas. Si no hubiera tanto duelo e incertidumbre entre quienes han sido impactados directamente por el covid-19, la suma de estas declaraciones podrían funcionar muy bien como un guion de comedia. Sin embargo, lo que sí hacen es aportar indicios del porqué México es el país con mayor tasa de letalidad por coronavirus, de acuerdo con el informe de la prestigiada Universidad John Hopkins. Un poco honroso lugar que ni siquiera Brasil le disputa a México, tras el mal manejo de la pandemia hecho en esa nación sudamericana. Distintas autoridades federales le quieren dar carpetazo a la pandemia, cuando, a la par de lo antes descrito, coexisten dos condiciones inevitables. La primera es que el director general de la OMS ha advertido que sigue habiendo tierra fértil para que surjan nuevas variantes de coronavirus, por lo que resulta algo más que inadecuado el poder afirmar que estamos transitando a una etapa de desenlace. En parte esto se debe no sólo a las injusticias en la distribución inequitativa de las vacunas, donde las naciones más pobres pueden ser epicentros de nuevas variaciones más agresivas; sino a la negligencia con la que se niega la vacunación a segmentos poblacionales, como es el caso de la niñez en México. Situación que, por cierto, ha llevado a un inestable regreso a clases presenciales, prolongando de manera innecesaria los impactos sicológicos y emocionales a la niñez. La segunda es que, así la pandemia terminara mañana, una autoridad responsable y sensata se concentraría en desplegar el mayor de los esfuerzos para revertir el evidente deterioro en el que se encuentra nuestro sector salud. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos lo ha dejado ver con toda claridad: México tiene una tercera parte de camas hospitalarias y de personal de enfermería en contraste con otros países miembros de la OCDE; así como, mientras se recomiendan 3.5 médicos por cada mil habitantes, nosotros apenas llegamos a 2.4. Ello sin olvidar nuestra baja inversión per cápita en materia de salud, que apenas llega a los 1,138 dólares frente a los casi 4 mil dólares que destina, en promedio, la membresía de la OCDE; así como la falta de aplicación y observancia de adecuados protocolos sanitarios en las unidades médicas, lo cual fue denunciado en su momento por la Asociación Nacional de Médicos Residentes. Situación que llevó a lamentar una de las letalidades de personal médico más altas del mundo. El fin del covid no es nuestra victoria. Es el comienzo de un camino por fortalecer nuestras capacidades de salud. Si no actuamos desde ahora, en una siguiente crisis sanitaria no habrá VapoRub ni homeopatía que nos alcance.
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