El caso Colosio, otra vez

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La Comisión Nacional de los Derechos Humanos emitió una recomendación asaz llamativa. Sostiene que se torturó al autor material del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, Mario Aburto, y exige a la Fiscalía General de la República reparar el daño e inscribir a Aburto en el Registro Nacional de Víctimas. La CNDH recomendó estas medidas a petición de su familia, que ahora lo juzga un chivo expiatorio.

Lo primero que me llama la atención es que la titular de la CNDH, tan discreta que ha sido, salte repentinamente a la palestra. Ha estado muy callada en el tema del reciente maltrato a migrantes haitianos y centroamericanos por parte del Instituto Nacional de Migración y de la Guardia Nacional, por ejemplo, así como en los de las quejas de padres de niños con cáncer que piden medicamentos y de menores con comorbilidades que exigen vacunas covid, y en cambio se revela muy preocupada por el bienestar de un criminal que fue detenido hace 27 años. Quizá otros consideren que la presunta tortura al asesino confeso de Colosio reviste mayor relevancia que las probables violaciones a los derechos humanos de los niños mexicanos enfermos y de los inmigrantes; yo no.

Desde luego que el señor Mario Aburto, como cualquier ser humano, tiene derechos, pero tengo para mí que la victimización de otras personas perpetrada por el poder público en México ameritaría la atención de un ombudsman tanto o más que la suya. Es más, si fuera malpensado supondría que la presidenta de la CNDH elude asuntos que molestan al Presidente de la República y que se esfuerza por complacerlo.

Y es que todo indica que la recomendación de la CNDH es algo más que un fruto casual del ocio de quien busca quedar bien con el jefe del Ejecutivo. Ignoro si la CNDH la consultó con Andrés Manuel López Obrador, pero me queda claro que fue acogida con bastante interés por el Presidente porque abre la puerta a la reapertura del expediente. Dijo en la mañanera del jueves pasado que le gustaría saber si Aburto quiere hacer nuevas revelaciones o dar alguna información que haya callado hasta ahora.

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El caso Colosio es taquillero. Somos legión los mexicanos que pensamos que el magnicidio quedó impune —y no porque haya habido muchos Aburtos, sino porque el único que hay no parece haber sido la única persona involucrada—, aunque muchos creemos que ya es prácticamente imposible enmendar una investigación tan viciada. A mí, ciertamente, me gana el escepticismo: después de muchos años y muchas frustraciones en torno a lo ocurrido en Lomas Taurinas llegué a la conclusión de que sí existe el crimen perfecto.

Con todo, si AMLO y la Fiscalía quieren revisar el caso, hago tres peticiones: 1) que se atienda la voluntad de la familia Colosio Riojas; 2) que no se creen falsas expectativas y solo se proceda si existen nuevos elementos y condiciones para llegar hasta las últimas consecuencias; y 3) que, de cumplirse los primeros dos puntos, se investigue para hacer justicia y no por revanchismo, porque la revancha no lleva a la verdad. Se trata de un tema muy delicado, que hirió gravemente a México, y sería irresponsable abordarlo en función de una agenda política personal. La herida ha de reabrirse si y solo si se sabe qué hay que extirpar y se procura la cicatrización.


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