Del creer, y la falsa religión política

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Por: Juan Miguel Alcántar Soria

La cristiandad conmemora ahora la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Historiadores de la época recogen hechos de vida y muerte del Nazareno. La resurrección es un misterio. Por experiencia vital, todos creemos en alguien: En quienes nos dijeron ser nuestros padres, sin necesidad de evidencia científica. De la palabra del amigo, la novia, el profesor o el político, no siempre con bases racionales. El acto de creer no es solo un acto de la razón, sino sobre todo de la voluntad, es un acto libre. Esta vivencia es fe natural, facilita la convivencia social, el crédito.

Con la luz de la razón llegamos también al problema de lo absoluto o lo infinito. Ninguno de los grandes pensadores ha puesto en tela de juicio la existencia de Dios, incluyendo ateos, para quienes el universo (o la materia) es infinito, eterno, ilimitado, absoluto. La cuestión filosófica no gira en torno a la existencia de un absoluto, sino si es una persona, un espíritu. Y es que el filósofo mira a lo absoluto, como explicación racional del universo, del ser. El Dios de los cristianos es Padre amoroso con el que creen hablar en la oración. Fe sobrenatural. El centro de la visión cristiana del hombre y la mujer es que fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y por lo tanto se definen existencialmente como personas, con una dignidad ontológica y moral, y con la dignidad de hijos de Dios. “La naturaleza divina consiste en el Pensamiento y en el Amor”, y por semejanza, vivir humanamente consiste en pensar y amar. La inteligencia busca verdades y la voluntad quiere bienes. Y como al fin o al cabo por construcción estamos hechos para lo absoluto, no podemos escoger entre tender a lo absoluto o no; tendemos al absoluto aunque no queramos; lo que podemos escoger es el absoluto correcto o el equivocado. Y viene un trance crítico de la inteligencia, “aquel en que reconoce que ya no puede conocer, y sin embargo sabe que los objetos de un conocimiento posible no se han agotado… ha de declinar su saber para creer”.

El presidente López y sus apóstoles se consideran “fuente completa de energía moral para transformar la vida personal y social” –como todo partido totalitario-.Un bufón fanático recién dijo que “lo vio a los ojos”, “es como Jesucristo”. Es urgente reconocer y enfatizar los límites de la política. “Debe limitarse la política auténtica, porque no tiene en sí misma los medios necesarios para transformar conciencias hasta en sus últimos principios; para redimir ciudadanos. Y al hacerlo, la política tiene que ser democrática y pluralista”. Esta falsa religión política absolutiza su visión, y al Estado, y lo quiere convertir en primer principio de conducta moral, y en norma última y decisiva de rectitud en la vida de los mexicanos. Pero las personas comunes saben que “el sentido último de la vida, los valores que enjuician la conducta, no son los hechos políticos transitorios, ni las pretensiones de los gobiernos o los partidos absolutos, sino la luz interior del ser humano que distingue el bien y el mal, y nunca olvida la diferencia”, aunque les ofrezcan migajas de poder, o una pensión. Nuestra dignidad no permite que otro nos diga cómo debemos usar un entendimiento que él no nos dio, ni cuáles deben ser los criterios para distinguir lo verdadero de lo falso.

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Cada quien debe tomar su destino en sus manos para responder con autenticidad humana el interrogatorio fundamental:¿De dónde soy?¿a dónde voy? La Resurrección conmemorada “alteró el sistema métrico del éxito y el fracaso en el mundo. Se puso de manifiesto que en la historia personal y social es determinante el cambio invisible del mundo interior de los seres humanos”. Formar personas y ciudadanos es fundamental para construir un México democrático, para la justicia, en la libertad. La credibilidad del presidente tuvo grave caída al 24 de marzo (encuesta GEA-ISA):solo el 13% le cree mucho, el 53% le cree poco, y el 31% nada (en marzo de 2019: 30% le creían mucho y solo 15% nada). Y lo aprueba el 50% (cae 7% respecto a noviembre),y desaprueba el 43%. No absoluticemos lo relativo, ni relativicemos lo absoluto.


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