Zaragoza-Chalco

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La movilidad es un derecho esencial del ciudadano y, a pesar de los distintos esfuerzos al respecto, aún quedan cuentas pendientes con los habitantes de las zonas urbanas del país. La movilidad define la calidad de vida de las personas y el desarrollo de una sociedad. Por tal motivo se encuentra totalmente vinculada a la construcción de vías rápidas, así como al impulso de políticas públicas que promuevan transportes más eficientes.

En la zona centro del país, las administraciones estatales han dado impulso a la movilidad. El gobierno de Puebla, por ejemplo, transformó su sistema de transporte colectivo con Ruta, un transporte efectivo, eficaz y limpio que recorre de extremo a extremo la Ciudad respondiendo así a las necesidades de los poblanos. Asimismo, con la construcción del nodo Juárez-Serdán, la remodelación del periférico que interconecta la zona conurbada de Puebla, así como la avenida 11 Norte-Sur, y la puesta en operación del parque lineal —que incentiva el uso de la bicicleta como alternativa de transportación cotidiana— el gobierno del estado ha transformado con una política pública integral, el rostro urbano en materia de movilidad.

Por su parte, entidades como el Distrito Federal han aprobado una nueva ley de movilidad, mientras que otros estados se han sumado a la construcción de mejores vialidades apoyados por el gobierno Federal. Sin embargo, en este impulso, hay déficits serios, como la construcción del tramo Zaragoza–Chalco. Una vialidad demasiado problemática debido a que, por un lado, conecta a los dos estados con la mayor población del país y, por otro, es una vía de salida de la Ciudad de México hacia una decena de ciudades colindantes.

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El tramo de Chalco, justamente, es la pesadilla de vecinos, turistas, empresarios, transportistas y automovilistas que ven pasar las horas detenidos en un cuello de botella, donde la pérdida de tiempo impacta sobre la productividad de miles de ciudadanos que se dirigen a sus centros de trabajo pero, lamentablemente, terminan varados dos horas en tramos de menos de 15 km.

Esta problemática no necesariamente corresponde  a los gobiernos en cuestión, sino que, en todo caso, puede llegar a ser total responsabilidad de las empresas encargadas de dicho tramo, pues la lentitud de la circulación se agudiza por el cierre discrecional de carriles, donde, en muchas ocasiones, ni siquiera hay personal laborando o, peor aún, donde la infraestructura —como las ballenas— funcionan como material decorativo ante la vista de las empresas concesionadas.

En la pavimentación hacia el México moderno, resulta inexplicable que exista una entrada vial hacia la capital del país que le lleva al usuario un par de horas de recorrido. Paradójicamente, en una obra que tiene como objetivo agilizar el tránsito en la zona, no se logra ver la luz al final del túnel.

Este no es un problema menor para las entidades vecinas de la zona centro de México; la entrada por el Valle de Chalco al Distrito Federal, de acuerdo con Capufe y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, cuenta con un aforo promedio diario de 37 mil autos diarios, lo que hace necesario presionar a las empresas responsables de hacer un trabajo ordenado, eficiente y rápido.

En el nuevo entorno de movilidad, no debe haber  lugar para situaciones deplorables, como las que han persistido por meses en el reacondicionamiento del tramo Zaragoza-Chalco. Tomar medidas drásticas debe ser un imperativo. Hay que revertir la falta de respeto diario para lograr sortear este gran bache para la movilidad del país, y donde las empresas encargadas son las que tienen la mayor parte de la responsabilidad.


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