Sobre el deterioro y la desigualdad

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México da señales de una inercia tendiente al deterioro. Las expectativas sociales que algún día giraban en torno a figuras políticas que tomaron un nuevo aire con la elección de 2018 hoy suelen no conducir a otro lugar más que al desencanto de muchos, incluso de quienes fervientemente apostaban por verlos distinguirse por un cambio de fondo en la administración de los asuntos de gobierno. Esto porque su narrativa oficial queda a deber al contrastarla con las promesas de campaña y la evolución de la realidad.

Y es que los colaboradores más visibles del régimen no están dando muestras de ir al paso de la gravedad de los acontecimientos. En dos áreas prioritarias para la vida nacional, como es el oportuno manejo de la crisis sanitaria y la debida administración de la capital del país, persisten señales alarmantes de que las cosas van por mal camino. Peor aún, que los primeros afectados por ambas gestiones son quienes viven en situación de vulnerabilidad, a contracorriente de los subrayados del discurso gubernamental.

Así se viven las cosas en la Ciudad de México. Entidad federativa en la que la toma del poder por parte de Morena es, en los hechos, un simple cambio de siglas que no corrige el proceso continuo de deterioro propinado por la izquierda mexicana a la capital del país desde 1997. Basta recordar las condiciones que prevalecen en el Sistema de Transporte Colectivo Metro.

Si en tiempos ordinarios no se realizó el debido mantenimiento, ¿por qué habrían de hacerlo en forma preventiva a las evidentes necesidades que conlleva una pandemia? El incendio del puesto número 1 de la Central de Controles de Trenes del Metro —que sacó de circulación seis líneas y un mes después la gran mayoría de ellas funciona a mínimos— es apenas la expresión de un círculo vicioso mucho más amplio de política pública, que ni siquiera tuvo durante meses los recursos requeridos para el funcionamiento de la totalidad de las escaleras eléctricas de las estaciones.

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Un amplio círculo vicioso de política que expuso de manera innecesaria la salud de varios miles, especialmente de quienes menos tienen, por la falta de apoyos económicos suficientes del Gobierno de la Ciudad de México para preservar los ingresos sin necesidad de salir de casa. Un número importante de fuentes de empleo hoy se encuentran al borde del colapso, como bien lo ha alertado el activismo de los restauranteros de la capital, que exigen autorización de operar bajo formatos seguros tras sufrir los impactos de la fallida estrategia contra el covid-19, que desperdició tiempo valioso en lograr cortar las cadenas de contagio. Hoy, quienes la pagan, entre tantos otros trabajadores de distintas actividades productivas, son los meseros, cocineros y valet-parkings de ese sector.

El problema es que los responsables de la crisis sanitaria no dan señal de tener un plan para mitigar la desigualdad y proteger con efectividad a los vulnerables. Ahí están los intentos del subsecretario López-Gatell, de distraernos con la inscripción de nuestros adultos mayores a un padrón en línea, en vez de aplicarles de manera acelerada la vacuna, como lo están haciendo otros países del continente con economías similares a la nuestra, para ganarle la batalla a la mortalidad por todos los medios disponibles. Chile ha aplicado en estos días cinco veces más dosis por cada 100 habitantes que nuestro país.

Ello, sin olvidar el agravio social de que los hospitales públicos registran una tasa de mortalidad cuatro veces superior al de los privados; o que los primeros se tomen la libertad de dejar a su suerte a pacientes y familiares, a la puerta de los centros médicos, como el caso ocurrido en el Magdalena de las Salinas, dado a conocer en días recientes por Ciro Gómez Leyva en Imagen Televisión.

Estos y otros hechos dan cuenta de que los mexicanos en situación de pobreza y vulnerabilidad habrán de esperar, no tanto a una eventual rectificación de política pública, sino a la limada de asperezas por los desencuentros de criterios de política pública que trascienden entre funcionarios del gobierno federal y el de la Ciudad de México.

 


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