Ruffo

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Con profundo afecto y respeto a mi distinguido correligionario 

A Ernesto Ruffo Appel sólo lo conocía de referencia, pero eso cambió a finales de 2007, cuando el entonces presidente nacional del PAN, Manuel Espino Barrientos, me invitó a ser parte de la comisión a cargo de la reforma de Estatutos del partido que conduciría un hombre excepcional: don Carlos Abascal Carranza. No hay mejor manera de saber quién es quién, que trabajando. Ernesto Ruffo era también integrante de aquel grupo tan heterogéneo de panistas. Me cayó bien desde el principio. Me cuadró su talante directo, franco en su hablar, sin rebuscamientos y sin poses; sencillo de los pies a la cabeza, y además muy grato, simpático el hombre. Tiene el don de expresar las cosas con una claridad que no deja pie a interpretaciones, además es muy conciso, no se anda por las ramas, va al punto. Sabe llamar a las cosas por su nombre, si hay que hacer crítica, la hace, pero siempre la acompaña no de una, sino de tres soluciones, para empezar, y pide lo mismo a sus colaboradores.

Ernesto llegó al PAN en la década de los ochentas, venía de la iniciativa privada, en su natal Baja California. Un joven treintañero, empresario, que no conocía los postulados del partido, pero cuando tuvo conocimiento de ellos, descubrió, como él mismo lo dice, que eran los mismos que le habían enseñado en su casa: respeto a la dignidad de las personas, solidaridad, subsidiariedad y bien común. De modo que la afinidad era genuina y el puente estaba tendido. Así inició el tránsito de este mexicano excepcional hacia el campo de la política. El discurso de Ruffo, como el de muchos panistas de esa época que venían del mismo gremio que él –nomás hay que recordar a nuestro Manuel Clouthier “Maquío”– llevaba una carga muy fuerte de crítica hacia el sistema, cuestionamientos duros hacia el corporativismo estatal, señalamientos implacables ante la manera de ejercer el poder público. Platica Ruffo que él gritaba mucho, pero allá en su pueblo, en Ensenada. Pensaba que no era escuchado, pero aquellas declaraciones sí empezaron a hacer ruido en la consciencia de la gente, y el joven empresario de la Pesquera Zapata fue haciéndose de simpatizantes y adeptos.

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Ruffo tiene gusto por el servicio público y por la gente, o sea, por servirle a la gente, esto es FUNDAMENTAL para quienes se quieran dedicar a la política profesionalmente, si se carece de este espíritu, de esta disposición sine qua non, no es lo suyo, hay que buscarse otra actividad. Le comparto lo que expresa sobre la relación individuo-sociedad en la que se refleja sin duda la doctrina panista: “…no somos colectivistas; no queremos la masa; eso es pura ilusión sociológica; lo que existe es el hombre y la mujer, la persona, y tenemos que crear un ambiente a su alrededor para su superación, pero como individuos…” A los 37 años llegó a la alcaldía de Ensenada el primer panista. Arrasó en la elección, la gente estaba encantada con que un CIUDADANO, es decir, uno de ellos, hubiera llegado. Ahí radica hasta la fecha la fuerza de Ruffo Appel, en su perfil eminentemente CIUDADANO, porque él es eso, nunca ha dejado de serlo, siempre se ha mantenido con los pies sobre la tierra, no ha levitado, no ha roto sus vínculos con la REALIDAD.

El 2 de julio de 1989 se cimbró el sistema, no podían creerlo… Ernesto Ruffo Appel se convirtió en el primer Gobernador opositor en México, le ganó a Margarita Ortega Villa, la candidata del PRI. Baja California sería gobernada por un panista. Teníamos por primera vez en la historia de este País LA ALTERNANCIA en un Gobierno estatal. Aquello rompió un paradigma: el PRI era vencible y había que demostrar en los hechos cómo entendía y ejercía el PAN el poder público. Transcribo su dicho ante la victoria: “No es por mi persona, sino ha resultado un símbolo de identidad de los bajacalifornianos, que al igual que todos los mexicanos después de decenios de opresión política desean libertad para decidir quién habrá de administrar lo que por derecho les corresponde, y quién habrá de decidir lo que les beneficiará”.

¿Qué descubrió Ruffo al llegar al poder? Cayó en cuenta que “…la gente no se organiza sola”,  “Sí, sí, hubo muchas y poco utilizadas (estrategias para motivar la participación); hablando figurativamente he dicho que llegué al gobierno como un demócrata promoviendo una vida ciudadana, me paré en la puerta de la oficina de gobierno y les dije a todos: ‘¡Pásenle, usen al gobierno!’ y literalmente hablando nadie pasó… digo, contadas agrupaciones ciudadanas aprovecharon la situación. Eso me llevó a tomar un rol mucho más activo… el rol del gobernante es para conducir, promover, pero de una forma mucho más educativa y es una tarea a largo plazo, porque es cultural”. Y vaya que se empeñó; siempre ha creído en el poder de la fuerza de voluntad, la reconoce como el mejor instrumento para vencer cualquier obstáculo. Hoy es senador de la República, DE MAYORÍA. Es el mejor refrendo, sus coterráneos volvieron a otorgarle su confianza. Fue un gobierno el suyo de mucho diálogo y participación, como son los de los demócratas.

Hoy tenemos al Senador Ernesto Ruffo Appel de visita en Saltillo, va a compartirnos de viva voz su experiencia como titular del Ejecutivo en el primer gobierno de alternancia que tuvo nuestro País en una Entidad federativa. Bienvenido a Coahuila, señor.


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