Revocar la revocación de mandato

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Por: Marcos Pérez Esquer

En diciembre de 2019 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto de reforma constitucional que introdujo la figura de la revocación de mandato. La revocación de mandato es una de las figuras de la democracia directa como también lo es la consulta popular, por ejemplo, pero con el fin específico de decidir por votación popular respecto de la continuidad o destitución de un determinando servidor público.

Pues sucede que hoy por hoy, por increíble que parezca, el más interesado en que se lleve a cabo un proceso de revocación de mandato en su contra es el propio presidente López Obrador.

Parece increíble pero no lo es, lo sería en cualquier caso normal, pero en el caso de López Obrador, resulta que estar en una boleta electoral le hace sentir muy cómodo. De hecho, hasta la fecha, en vez de asumir su condición de jefe de Estado, sigue en campaña, nunca ha dejado de conducirse como tal, sigue refiriéndose a sus “adversarios” como si estuviera permanentemente en campaña, y continúa dividiendo al país facciosamente con un discurso de odio, y nunca, jamás, como el presidente de todas y todos los mexicanos. Sabe que eso le reditúa políticamente y que con eso distrae al respetable de los verdaderos problemas de país. Así, ha increpado a la oposición con toda suerte de epítetos retándola a reagruparse para intentar revocarle su mandato en marzo próximo.

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Sin embargo, por varios motivos, emprender ese proyecto revocador de su mandato no parece ser lo más pertinente. Veamos:

Primero.- No está claro que en realidad procediera una revocación contra el actual presidente de México porque, aunque el régimen transitorio del decreto citado apunta esa posibilidad, lo cierto es que el principio de no retroactividad en la aplicación de la ley en perjuicio de persona alguna, sigue siendo rector en el marco jurídico mexicano, y claro está que alguien que fue electo para un periodo determinado (5 años y 10 meses para el caso del presidente actual), no puede ser destituido por una regulación expedida posteriormente.

Segundo.- La experiencia que nos ha dejado la consulta popular del domingo 1 de agosto, nos deja ver que difícilmente se podría reunir el 40% del listado nominal de electores a pronunciarse sobre este particular (a la consulta acudió solo el 7%). En ese sentido, si a la revocación tampoco acude el 40%, tampoco resultará vinculatoria y todo quedará en esfuerzos infructuosos, pero, sobre todo, en un tiradero de dinero que mucho bien haría canalizar a otras ingentes necesidades del México de hoy.

Tercero.- En el remoto caso de que la revocación tuviera lugar y se destituyera a López Obrador, el diseño que de la revocación de mandato se hizo en nuestra Constitución, no deja claridad respecto de quien sería su sucesor. Lo que se señala es que asumiría la presidencia de inmediato y por un mes, quien presida el Congreso de la Unión, es decir, en este caso, a quien nombren como presidente o presidenta de la Cámara de Diputados en septiembre próximo. Pero sería tan solo por un mes, porque en realidad sería el Congreso de la Unión, erigido en Colegio Electoral, quien tendría que nombrar a un presidente substituto para el resto del periodo, y esto abre en mi opinión, una veta de incertidumbre que a nadie conviene. Solo imagine usted a qué perfiles podría querer impulsar la mayoría morenista que hoy despacha en el Poder Legislativo. No quiero ni pensarlo.

Cuarto.- Las figuras de la democracia directa, son figuras que operan bajo el principio de buena fe, es decir, es un tipo de democracia que requiere -más que ninguna otra- de demócratas. Cuando esas figuras se ponen en manos de populistas autoritarios, son fácilmente distorsionadas para manipular al electorado y envilecer el debate público. Así lo hemos visto frecuentemente en América Latina. Solo en lugares con democracias muy consolidadas, estas figuras funcionan correctamente, y mi sospecha es que nuestra democracia aún se parece más a las de Sudamérica que a las europeas o a las anglosajonas. Así, no dudo que esta figura, en manos de López Obrador, termine siendo utilizada como se hizo con la consulta popular… de manera facciosa y perversa.

Si se siguen usando estas figuras de esa mala manera, terminarán desprestigiándose y dando al traste con ellas. Más vale revocar -al menos por esta ocasión-, la idea de revocar el mandato del presidente.


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