Luego del resultado electoral de las elecciones de 2018, la oposición electoral en México ha visto como sus resultados en las urnas, las posiciones de gobierno que tenía y su imagen pública han venido a la baja.
No entendieron la coyuntura que se presentó ese año y no han trabajado para recomponer el camino, perdiendo militantes y simpatías ciudadanas a lo largo de los años.
Tampoco se ha visto una renovación de cuadros o el surgimiento de nuevo liderazgos que les permita recuperar la competitividad a la hora de enfrentar al partido en el poder, incluso han visto como una gran cantidad de sus militantes se ha cambiado de bando para aprovechar las preferencias que los votantes tienen por Morena en cada comicio que tiene lugar en el país.
Asimimsmo, han sido acusados de falta de autocrítica y de no contar con propuestas atractivas para la ciudadanía, la cual no sólo les ha dado la espalda, sino que incluso rechaza la idea de la creación de nuevos partidos de oposición.
Una encuesta de México Elige encontró que 61.3% de quienes la respondieron considera que no son necesarios nuevos partidos políticos en el país, coincidiendo con la apreciación de que no se deben crear por el costo, falta de confianza, por la fragmentación del voto opositor y porque ya hay suficientes instituto políticos.
Eso sí, quienes creen que sí se necesitan nuevos partidos, en el 80% de las respuestas, consideran que deben ser de oposición.
En este tema se deben considerar los comentarios que circulan en redes sociales acerca de los trabajos para formar un nuevo partido y obtener el registro este año para participar en las elecciones de 2027. Se trata de una colección de opiniones que reflejan, por una parte, el rechazo a esta idea y a los impulsores de estos proyectos, a quienes califican de cartuchos quemados o de ser «los mismos de siempre» que han pasado de un partido a otro y, por otra, el pesimismo de que nuevas fuerzas políticas representen realmente la opción que México necesita.
También la encuesta citada muestra en la pregunta acerca de la confianza en las instituciones, que los partidos políticos ocupan la parte final de la tabla.
Y a todo este panorama hay que agregar la situación interna que viven los partidos de oposición en el país.
El PRI ha visto como sus militantes renuncian para reforzar a Morena, ocupando cargos en el gobierno o en el ámbito legislativo –sin que importen las acusaciones que antes los propios morenistas les hacían–, lo que ha provocado que pierdan votos en cada elección en la que se presentan y cargos en los distintos órdenes de gobierno y en el legislativo.
Un dato muestra la manera en que el PRI ha retrocedido en los últimos años: su militancia contaba en 2015 con 9 millones 922 mil 178 afiliados, cifra que disminyó en 2024 a tan sólo un millón 411 mil 889 militantes.
Sume a lo anterior los pleitos internos ocasionados por las reformas estatutarias de Alito Moreno, actual dirigente nacional, para reelegirse sin contrapesos internos y el desprestigio que sigue manteniendo por ser el partido más rechazado en encuestas, para darnos una idea de qué representa en estos momentos el tricolor.
El PRD perdió el registro en la elección federal de 2024 y aunque intenta recuperarlo a partir de las estructuras estatales que aún tiene, ha sufrido la salida de una gran cantidad de militantes que se han pasado a Morena, algo que podría provocar que aunque pudiera volver a tener registro y participar en los comicios de 2027, su futuro sigue siendo incierto.
Movimiento Ciudadano no tuvo un resultado que les favoreciera electoralmente en 2024, si bien se mantiene como la tercera fuerza política del país, su estrategia de ir solos en el pasado proceso electoral no los convirtió, como esperaban, en el partido bisagra en el escenario político actual, por lo que ahora se han desempeñado con mucha discreción en el Congreso y sin un crecimiento que les permita aspirar a se una fuerza a considerar en el futuro.
Para el PAN el panorama luce complicado, a pesar de los 10 millones de votos obtenidos en junio pasado, pues la elección de su actual dirigente nacional en noviembre del 2024 trajo otro elemento que daña su maltrecha imagen, por las acusaciones que pesan en su contra –sin pruebas, pero con la amenaza de carpetas de investigación que lo involucran–, además de que es el partido que sufre de falta de una renovación en sus liderazgos.
Adicionalmente, internamente –buscando que el debate no trascienda más allá de sus puertas– hay una discusión acerca de si deben retomar las banderas que tradicionalmente ha enarbolado –como la defensa de la vida, por citar un ejemplo– o dar un giro para modernizarse y atraer nuevos votantes.
La polémica por la posición de su excandidata presidencial, Xóchitl Gálvez, en la pasada campaña electoral respecto al aborto, en algo que también compartió su candidato a jefe de gobierno en la CDMX, y el rechazo que generó en una parte del electorado panista, muestra que lejos de ser un elemento que ayude al partido a su crecimiento, esto puede representar un punto de ruptura y crisis interna.
A esto se suma la posibilidad de que si surge un nuevo partido que se identifique con la extrema derecha, como es el caso del proyecto que impulsa Eduardo Verástegui –cercano a Trump y a la Internacional Conservadora–, éste pueda arrebatarle militantes que en sus redes sociales han expresado simpatías con esta corriente de pensamiento y con líderes de este sector como es el caso de la italiana Georgia Meloni.
De los nuevos proyectos que están buscando su registro, además del comentado de Verástegui, hay en ciernes al menos otro grupo que también simpatiza con Donald Trump y el Partido Republicano de Estados Unidos, algo que también pudiera robar militantes al PAN.
Y de los que quedan, el esfuerzo del Frente Cívico Nacional (FCN) y de la Marea Rosa, vinculada a Xóchitl Gálvez, empiezan con fuertes cuestionamientos tanto en artículos periodísticos como en redes sociales por la participación de exmilitantes de otros partidos o de la excandidata presidencial, quien ha visto el rechazo de muchos ciudadanos a su participación en política partidista.
Todo lo anterior nos puede ayudar a contestar la pregunta que hicimos al inicio de esta colaboración, para prever que es más probable que la oposición partidista –incluso los nuevos partidos que podrían obtener su registro– siga sin ser una verdadera competencia para Morena.
La única variable que pudiera modificar este panorama es el surgimiento de un nuevo liderazgo que con su carisma impulse un nuevo proyecto político o secuestre a un partido –de manera similar a lo que hizo Fox con el PAN a finales del siglo pasado– y con eso modifique el escenario político de cara a los comicios de 2030.
En tanto, tendremos Morena para rato y una real competencia sólo en ciertas zonas del país por la presencia histórica de algunos partidos –MC en Jalisco o el PAN en el Bajío o Chihuahua–, pero nada más, pues también hay que considerar que con unos militantes que dejan sus partidos para continuar sus «carreras políticas» traicionando sus ideales o discursos pasados y sin importar sus electores, no habrá un cambio en las tendencias electorales.
Y sin un cambio radical en los partidos de oposición, no habrá una modificación en el escenario político mexicano, al menos no en un par de sexenios.
There is no ads to display, Please add some