El triunfo de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos no sorprendió por las tendencias electorales, sino por la aparición como uno de sus principales apoyos del polémico millonario –el más rico del mundo– Elon Musk; pero no fue el único de los magnates que mostró su apoyo al candidato republicano.
La victoria electoral de noviembre pasado de Trump, estuvo basada en las promesas que hizo a los ricos y dueños de corporaciones, como revelan medios estadounidenses como The Washington Post y el portal The New Republic.
Este último señala en un reciente artículo que «la primavera pasada, Donald Trump presidió una reunión con los principales ejecutivos petroleros del país en su resort de Mar-a-Lago. Según The Washington Post, Trump prometió cumplir una lista de políticas solicitadas por la industria, al tiempo que les solicitaba explícitamente mil millones de dólares en contribuciones para la campaña. Trump hizo promesas similares a otros donantes ultrarricos, prometiendo mantener bajos sus impuestos al tiempo que los instaba a entregar grandes cheques de campaña».
Y esto podría abrir las puertas a una corrupción en la élite empresarial y política de dicha nación, empezando por los contratos de gobierno –de la NASA para Space X con la participación del dueño de esta última en la administración Trump–, que no tendría consecuencias por la falta de investigaciones.
De acuerdo con The New Republic, «los demócratas del Senado, que acaban de perder el control de la mayoría, se preparan ahora para toparse con un muro en sus investigaciones sobre los aparentes acuerdos de quid pro quo de Trump. El Comité de Presupuesto del Senado ha estado investigando la mencionada solicitud de 1.000 millones de dólares de los ejecutivos de las grandes petroleras, con el objetivo de establecer exactamente lo que Trump les prometió (según se informa, ofreció revertir sistemáticamente las políticas de energía verde y otras regulaciones del presidente Biden), aparentemente a cambio directo de dinero de campaña».
En ese sentido, ejemplifica el medio estadounidense, «está la decisión de Trump de nombrar al multimillonario Elon Musk para dirigir el grandilocuente y engañosamente llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental, un organismo no gubernamental que impulsará recortes sustanciales en regulaciones, gastos y personal. Como informa The New York Times, Musk se ha enfurecido con la supervisión de su empresa SpaceX, pero ahora estará en posición de lograr que Trump considere la posibilidad de reducir las regulaciones que lo benefician, incluso mientras disfruta de lucrativos contratos federales. Eso, sumado a la supervisión gubernamental de sus otras empresas, crea el potencial de graves conflictos de intereses».
Y con la llegada del nuevo gobierno se espera que las regulaciones del gobierno federal se vean suspendidas o sin el apoyo necesario para hacerlas cumplir, gracias –al igual que sucede en México con Morena– a la sustitución de funcionarios de carrera por militantes del trumpismo: «Mientras tanto, el plan de Trump de purgar al gobierno de funcionarios de carrera y reemplazarlos con partidarios del MAGA creará nuevas vías para sórdidos negocios internos. Por ejemplo, las iniciativas de Biden como las nuevas protecciones federales para millones de trabajadores contra el calor excesivo (a las que se oponen algunos intereses empresariales) están ahora en el proceso de elaboración de normas y estarán en manos de la nueva administración. Es fácil ver a los designados por el MAGA permitiendo que información falsa difundida por intereses especiales socave el futuro de esa regulación. Los funcionarios de carrera que permanezcan en el gobierno (pero cuyas protecciones contra el despido serán más débiles bajo Trump) tendrán menos probabilidades de objetar cuando los designados trumpistas corrompan el proceso de elaboración de normas de manera más amplia».
Y con eso, a partir del 20 de enero podriamos empezar a hablar de como México y Estados Unidos se hacen cada vez más parecidos, al menos en el terreno de la corrupción.
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