El hombre valiente no es el que siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo hacia la libertad:
Nelson Mandela.
La libertad yace en el corazón del ser ciudadano, y mejores y mayores niveles de cobertura y de calidad educativa son la base de un ejercicio más amplio y poderoso de las libertades. Una ciudadanía educada será más exigente y también participativa. Tendrá las herramientas y capacidades indispensables para estar dentro de un círculo virtuoso de prosperidad y su esfuerzo le abrirá oportunidades y caminos para la movilidad social.
El ingreso. Aunque hombres y mujeres lo sabemos, ha sido en las décadas recientes cuando millones de mujeres ampliamos nuestros márgenes de libertad y de decisión, sobre en qué y cómo gastar nuestro dinero. Estos ingresos han cambiado no sólo patrones de consumo e impactado fuertemente los mercados, sino también se han modificado relaciones personales y el surgimiento de liderazgos que en esquemas de dependencia económica hubieran resultado imposibles de lograr.
Los derechos de propiedad tienen consecuencias de libertad, prosperidad y cambian el punto de vista de la gente. En mi experiencia como funcionaria pública, la entrega de escrituras de viviendas a las familias más pobres resultaba siempre muy significativo, porque al ser propietarios eran menos vulnerables. Las reacciones en particular de las mujeres al recibir las escrituras de sus casas y abrazarlas contra su pecho, hablaban por sí mismas del poder del patrimonio, del poder de ser las “dueñas”.
A mayor certeza jurídica, mayores márgenes de libertad. Saber que se cumplirán los contratos y no habrá cambios a la mitad del camino o decisiones de terceros que voluntariosamente o por conveniencia propia provoquen perdidas para muchos y privilegios para unos cuantos, generará mayor libertad.
Somos más libres si vivimos bajo el mandato de las leyes, si la impunidad es la excepción y no la regla, y si hay confianza de que las autoridades responderán al mandato fundamental de cumplir y hacer cumplir la ley. La corrupción e impunidad destruyen la cultura de la meritocracia y terminan por expropiar la libertad de una gran mayoría de ciudadanos.
Si hay seguridad y vivimos sin las amenazas de la delincuencia y del crimen organizado, si los territorios están dominados por la ciudadanía y por las autoridades seremos más libres. Pocas cosas esclavizan tanto como el miedo. En las sociedades más libres, las noches no significan amenaza sino sólo un horario distinto.
La rendición de cuentas juega a favor de la libertad y abona al valor de la confianza y la participación. Recuerdo a un experto en educación cuando en su momento le pregunté sobre qué me recomendaría hacer si tan sólo pudiera implementar una sola acción en la agenda educativa mexicana y sin dudarlo un segundo me respondió: abra la información y entonces empezará a haber consecuencias.
La libertad de expresión es indispensable. Una sociedad en donde prevalece la autocensura, la censura, la amenaza o incluso la muerte a quien piensa distinto o se atreve a denunciar, pierde a diario pedazos de libertad. Una mayor libertad amenaza a quienes hacen del miedo, el silencio, la corrupción, la impunidad, los privilegios, la opacidad, el abuso y la mentira su modus vivendi. De entre 180 países, México ocupa el sitio 152 en índice de libertad de prensa.
El listado está aún incompleto, y es claro que una de estas condiciones por sí misma no garantiza un ejercicio más amplio de libertades. Actualmente, entre más de 178 países en el mundo, México ocupa el lugar 59 en materia de libertad económica.
La libertad se puede perder a grandes pasos o silenciosamente, cuando día con día vamos aceptando ceder a otros nuestro poder y nuestros derechos. Por eso la libertad necesita aliados como el valor y la verdad.
¿Qué tan libres somos los mexicanos? ¿Qué tanto estamos dispuestos a defender, promover y fortalecer la libertad?
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