En Singapur existe una obsesión nacional por la educación. Y vaya que se han abocado a ser los primeros, igual que en muchos otros aspectos que vuelven exitosa a una nación. Y pensar que hace 40 años era considerada una verdadera calamidad.
En el común de los países, si usted ve los impresos que tienen los billetes -en el nuestro, para no ir más lejos-, tienen la imagen de algún ilustre prócer; en el país asiático, la imagen que usted encontrará es la de un salón de clases en el que un grupo de alumnos están escuchando a su maestro, con la universidad al fondo. Debajo destaca una sola palabra: EDUCACIÓN.
Su pobreza era estremecedora, los altos índices de delincuencia la hacían peligrosa para propios y extraños. Hoy Singapur ocupa el noveno lugar entre los países más ricos del mundo, está por encima de Estados Unidos, que tiene el décimo sitio. después de ser un país agobiado por el analfabetismo, actualmente tiene primer lugar en los exámenes diseñados para evaluar el desempeño de los alumnos. Tar Chorn Chuan, rector de la Universidad Nacional expresa: “Singapur no tiene recursos naturales, de manera que no podemos sobrevivir si no nos concentramos en formar gente”.
Se convirtió el sistema educativo en una dura meritocracia, cuyos resultados radican en producir trabajadores altamente calificados y en exportar cada vez más productos de alta tecnología.
La meritocracia inicia desde el primer grado de Primaria. Desde ahí les dicen que lugar ocupan y que se espera de ellos. Al concluir la Primaria, los ubican en diferentes Secundarias especializadas, previa identificación de sus capacidades. Cuando terminan la Secundaria presentan otro examen y pueden ir a instituciones que les ofrecen carreras técnicas especializadas en oficios.
El ministro de Educación, Ng Eng Hen, considera que esta es la joya de la corona, porque la mayoría de los países tienen buenas universidades pero muy pocos cuentan con un sistema de escuelas técnicas de alta calidad y, sobre todo, una red académica para estudiantes de bajo desempeño. Los países sin recursos (Nosotros sí tenemos recursos… ¡que tragedia!) pueden hacer de su adversidad una ventaja. Un país inteligente tiene CLARO que educar es la herramienta sine cuan non para generar DESARROLLO.
Los países ricos en recursos son pobres cuando exportan barato e importan cara la tecnología…¡OJO México! El amiguismo y el clientelismo eliminan la meritocracia y crean desigualdad…¡ouch!… Un país inteligente convierte en sus políticas de estado a la educación, a la salud y a la ciencia.
Finlandia es otro país en el que le han apostado a la educación y las posiciones magisteriales se alcanzan por méritos. Resultados: el 100% de los alumnos de Primaria concurren a la escuela Secundaria, el 93% de ellos se gradúa y el 66% prosiguen estudios universitarios; la tasa más alta de Europa.
Los maestros ganan un salario similar al de cualquier profesional, gozan de una gran reputación y son estrellas de la sociedad.
Para llegar a ser docente, se requieren estudios universitarios: 3 años de Licenciatura y 2 de Maestría. Para acceder se requiere un promedio de por lo menos 9 puntos y superar un estricto proceso de admisión. En virtud de ello, en el último año, de mil 600 candidatos a cursar, fue admitido el 10% de los postulantes.
Los sindicatos allá pelean por mejores salarios, pero también por mayores requerimientos para ingresar al ejercicio de la profesión y de preparación para quienes ya están en ella.
A mayores méritos mejores posiciones. Se aprende desde la escuela y, por supuesto, desde lo que se vive en casa. La meritocracia en nuestro País no ha echado raíces, porque se asocia con la discriminación. Se refleja en todos los ámbitos, en el político su ausencia ha permitido el crecimiento de la mediocridad y el nepotismo, aquí no son populares los que brillan, hay rechazo hacia los mejores, una especie de aristofobia. A los más preparados se les margina. El gran Ortega y Gasset decía que: “La nación que no reconoce y valora a sus mejores está ciega. No ve como despilfarra pródiga el talento de quienes mejor pueden guiarla en la consecución del bien común y a menudo los ahoga, envidiosa, cuando no directamente los aniquila”.
En Singapur seleccionan a sus futuros funcionarios públicos desde la escuela. Identifican a los mejores alumnos, les dan todas las becas posibles y gastan una fortuna entrenándolos. La capacitación y la formación están implantadas en la mentalidad de estas personas y con esto llegan a los organismos públicos. El esfuerzo, el empeño, la constancia, la dedicación, se PREMIAN. Cuando no te enseñan a sacar la casta porque no hay exigencia, sino “facilismo”, los resultados operan en contra del desarrollo y el crecimiento de las personas. El facilismo conlleva a la pobreza, al conflicto y a la frustración. Hay que decírselo a los padres que solo quieren que sus hijos nomás la “libren”. Exigir esfuerzo a los estudiantes, y convencer a los padres, no es discriminatorio.
Tenemos que darle vigencia a la palabra mérito, tenemos que ponerla en el debate público nacional, o vamos a seguir dando palos de ciego y postergando la construcción de un país diferente.
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