Peña paga

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Ignoro por qué razón el presidente Peña ha decidido desde hace tiempo pagar los platos rotos de todo lo que sucede en el ámbito público. Lo extraño del asunto es que ya casi no tiene capital, el que le queda sirve poco y para como van las cosas parece que tendrá que pedir fiado.

Poco les duró el impulso de las decisiones que eran como rayo flamígero que a muchos sorprendían. Fue el caso del cese de Benítez Treviño por el escándalo que armó su hija al amenazar con cerrar un restaurante. Benítez pagó el desplante de su hija y la torpeza de sus colaboradores. Pero hasta ahí llegaron. Fue el primero y el último (Korenfeld salió por pura presión pública).

Después llegó el escándalo de la casa blanca que se convirtió en el Waterloo del Presidente pero, paradójicamente, en la trinchera de todos los demás colaboradores de Peña. Así, la casa de Videgaray, las licitaciones de Ruiz Esparza, los relojes de todos, las casas de Chong, los negocios de los demás, los excesos… todo a costa del Presidente. Mientras él es señalado internacionalmente y es cuestionado severamente a escala nacional, los demás están felices despachándose con la cuchara grande. Y ya todo se le imputa directamente al Presidente sin cuestionamiento. Si sale un crápula como el del Rolls Royce en el Estado de México, no se duda en decir que es amigo de Peña.

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¿Por qué pasa eso en su círculo? ¿Por qué en lugar de defender al Presidente se refugian tras de él? En estas preguntas también radica buena parte del cimiento de la imagen que tiene el Presidente hoy en día. Los crímenes de los gobiernos del PRD —que seis años se dedicaron a defender manzanas podridas en Michoacán hasta que Guerrero los exhibió en su inmundicia política— los paga Peña. Quizá solo el estercolero que es el gobierno de Veracruz que tiene marca propia —y previa a la llegada del Presidente al poder— se salva.

Nadie quiere pagar el costo de mantener sus prebendas, ni legisladores, ni sindicatos; ni gobernadores ni alcaldes. Les vale, saben que todo ya es adjudicable al Presidente. Por eso si las leyes no salen, si la transparencia se acota, si se ocultan las cuentas, solo hay un pagón: el Presidente. Si en el sexenio anterior le cargaban al Presidente hasta los crímenes pasionales, a Peña ya le cargan desde los kilos de 800 gramos, las mordidas de a 200 pesos y las comisiones de 30 por ciento en la obra pública. Ni siquiera los partidos políticos pagan todo, tarde que temprano tendrán un candidato, una alianza, que los recoloque. Peña, en cambio, cada día estará más solo.

Uno puede imaginar a los colaboradores presidenciales en junta con el Presidente argumentando «yo regreso mi casa, mi reloj, pero eso no les interesa, en realidad vienen por usted señor Presidente, es una ofensiva para descarrilar al gobierno, no para regresar casas, eso es lo de menos». Es lo que se me ocurre porque no encuentro otra razón para que el Presidente haya empezado a pagar por todos. Ya luego, se le hizo costumbre.


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