Nuevo terrorismo, delincuencia organizada e inteligencia global

0
432

La nueva coalición internacional debe luchar no sólo en contra del nuevo terrorismo por la vía militar o cortando la financiación que le brinda la criminalidad organizada que lleva a cabo, sino también establecer políticas internacionales de ordenación, viabilidad y desarrollo en la convulsa región

Los lamentables sucesos en el país galo que sacudieron al corazón europeo, pusieron tras las cuerdas a las políticas de seguridad de una de las naciones más exitosas en la lucha en contra del terrorismo, cuyos cuerpos de inteligencia son un referente de eficiencia y eficacia.

Así, la policía francesa desarticuló varias tentativas de atentados semanas antes de los terribles incidentes del 13-N en París, que significaron 130 personas muertas y tres centenares de heridas. Si bien fueron superados, la verdad es que tardaron tan sólo dos días en dar con los culpables.

Una vez que tuvo ocasión el durísimo golpe, el desánimo generalizado de las potencias occidentales fue proseguido por el firme llamado del presidente François Hollande para sumarse a su urgente causa de “destruir” al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés).

-Publicidad-

No obstante, esa convocatoria puso al desnudo la falta de liderazgo internacional en el combate en contra del nuevo cáncer de Medio Oriente, que bajo el amparo del radicalismo islámico practica con resolución el etnocidio por medio del genocidio.

Mientras la coalición liderada por Estados Unidos exigía el derrocamiento del presidente sirio Bashar Al-Asad, apoyando a sus opositores moderados, Rusia se oponía a esa estrategia para defender sus intereses históricos en la región.

En ese contexto, con un formidable enemigo extranjero que opera a escala global, el presidente francés entendió bien pronto que Vladímir Putin debía jugar un papel relevante con independencia de las diferencias con sus aliados de la OTAN.

En efecto, bajo la negra bandera de ISIS tiene lugar un cóctel explosivo que opera bajo una lógica temible, donde el “fin justifica el medio”: la unión definitiva del fundamentalismo religioso, el terrorismo internacional y el crimen organizado.

No importa si se trata de la explotación de campos petroleros, del control de las rutas de la droga, de la venta clandestina, del saqueo artístico o del tráfico masivo de personas para adiestramiento: ISIS aprovecha cada oportunidad que tiene.

Ello la convierte en la organización terrorista más peligrosa y la más rica dentro de las ochenta registradas en la actualidad y cuya principal fuente de financiación son incomprensiblemente las donaciones que recibe de gobiernos y ONG privadas.

Utiliza los beneficios de la globalidad y los desencantos del capitalismo para lograr su principal objetivo en la casa del propio enemigo: sembrar el miedo de mano de jóvenes dispuestos a sacrificarse por desencanto ante lo que consideran injusto.

La desigualdad mundial en la distribución de riqueza, la contracultura que surge en el seno de países avanzados, la imposición descarnada del etnocentrismo occidental y la falsa promesa de un mundo solidario, sirven todos como caldo de cultivo.

La meta final ya no es golpear la dinámica de los mercados, como sucedió con el atentado del 11-S, según lo previó meticulosamente Osama Bin Laden, y lo comprendió pronto Bill Clinton al abordar enseguida un vuelo comercial sin motivo aparente.

Lo que actualmente persigue ISIS es hacer lo que aprendió por la indolencia mundial en la “tierra de nadie”: el pragmatismo terrenal por encima del espiritual, la brutalidad humana sobrepuesta a la compasión y la obtención del beneficio siempre arriba de la solidaridad.

Por esa razón, la nueva coalición internacional debe luchar no sólo en contra del nuevo terrorismo por la vía militar o cortando la financiación que le brinda la criminalidad organizada que lleva a cabo, sino también establecer políticas internacionales de ordenación, viabilidad y desarrollo en la convulsa región.

Todo proyecto de solución que se distancie de una medida coordinada, honesta y planificada a largo plazo, que no encabecen las Naciones Unidas, fracasará a la primera de vueltas, provocando un mayor resentimiento, desconfianza y alejamiento de un conjunto de pueblos milenarios, que por la intervención del Trío de las Azores —Bush, Blair y Aznar— o por la Primavera Árabe, aspiran y merecen un futuro mejor.


There is no ads to display, Please add some

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí