La victoria de Trump, quien avanza incontenible a la candidatura republicana, es una clara muestra de que en campañas hay un nivel en el que no hay enemigo pequeño, que quien hace suficiente ruido es porque tiene suficientes orejas disponibles. El triunfo de Trump ayer es una mala noticia para millones de norteamericanos y para muchos países, entre ellos el nuestro.
Al principio, a muchos de los alarmados con la candidatura del magnate —entre los que me encuentro porque me parece alarmante esa candidatura— les bastaba con decir que no llegaría, que los gringos conocen mejor que nadie su mercado electoral, que era un hocicón, que iba contra todos los postulados americanos de los últimos años y que era un perfecto ignorante. Más adelante se decía lo mismo, pero se le agregaba que era un estúpido porque se le había ocurrido pelearse con las minorías, como la latina y particularmente con la mexicana.
Como Trump vio que la tela resistía fue a llamar a otro elefante y atacó a los musulmanes. La tela no se rompió. Para ese momento ya su candidatura era un verdadero escándalo internacional y ha recibido sin sonrojarse el apoyo del KKK (cosa que, por ejemplo, Reagan rechazó abiertamente). En el parlamento inglés se le dijo poco menos que imbécil y payaso. El tipo ha despertado una preocupación genuina. El gobierno de México, que piensa que el silencio es una gran estrategia porque los mete en menos líos que si abren la boca, opinó hasta hace unos cuántos días. Trump ya es un hecho en la competencia. Nadie hubiera imaginado que llegara a ese lugar con un discurso contra las conquistas civiles de los propios estadunidenses desde hace décadas. Pero Trump tiene quien le escuche y, peor aún, quien le aplauda.
Muchos creían que la fuerza de la estructura en el Partido Republicano acabaría con Trump en un dos por tres. Hace unos cuantos meses Rubio y Cruz se sentían muy seguros. Y qué decir de Jeb Bush, quien se tuvo que retirar de la contienda. Así que, a juzgar por los resultados de ayer, el magnate inmobiliario ya tiene arreglado su problema con las redes del partido y a medida de que continúe avanzando le caerán más apoyos de gobernadores y de los capitales que apoyan a ese partido.
De cualquier manera la moneda está en el aire en esta elección. Cierto que las expresiones vistas hasta ahora son las del electorado republicano, pero dado lo que hemos visto, parece que todo puede pasar. Si sale Trump de candidato, las encuestas dicen que Clinton le ganaría, pero como buena parte del discurso de éste va contra el sistema que representa Hillary no hay que descartar nada de inicio. El problema, finalmente, no es que esté un loquito postulado para presidente, sino que son millones los loquitos dispuestos a hacerlo presidente.
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