No luchamos por esto

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Hay infamias que no se deben dejar pasar. Para los nuevos empoderados, siguiendo el discurso maniqueo de su líder, quienes no están con ellos son inmorales y los que se les desprendieron, traidores. No es secreto que coincidí con muchos de ellos en el PRD y antes en el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México. El actual gobierno ya dio color tras dos años de gestión y existe material de sobra para aclarar paradas con aquellos compañeros de juventud.

El Consejo Estudiantil Universitario (CEU), donde participaron, entre otros miembros del actual grupo gobernante, Claudia Sheinbaum, Hugo López-Gatell, Jesús Ramírez Cuevas, Jenaro Villamil y Martí Batres, nació como respuesta a reformas profundas que no fueron debidamente consultadas con la comunidad. Por ello es que el primer agravio que se denunció y llevó a decenas de miles de estudiantes al activismo y a tomar las calles fue el autoritarismo. ¿A quién consulta el actual Presidente? Lo sabemos bien: sólo a sí mismo.

En el CEU nos considerábamos herederos de los jóvenes que en 1968 se rebelaron contra el régimen autoritario que pervivía casi veinte años después. El presidente era todopoderoso, la división de poderes una simulación, gran parte de la prensa estaba sometida. Gracias a intensas luchas sociales y electorales se avanzó en la democratización del país, se le pusieron contrapesos al poder presidencial y la libertad de expresión se extendió. Ahora nos están regresando a aquel México hiperpresidencialista, asolan organismos autónomos, se jactan de sus mayorías gregarias en el Congreso y exhiben intolerancia hacia la crítica periodística.

Ahí está la terrible incongruencia. Quienes en un momento lucharon por la democracia, hoy, desde el poder, contribuyen a la restauración del país de un sólo hombre, cuya voluntad caprichosa ignora el conocimiento y desprecia la evidencia. Lo mismo cancela un aeropuerto sin facultades legales para ello, manda construir otro sin estudios de viabilidad, destruye un manglar para construir una refinería incosteable y no le importa atravesar dos reservas de la biosfera con un tren cuya única rentabilidad probada es la plusvalía con la que se beneficiará su famoso rancho en Palenque.

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Y también se puede hablar de la obsesión por dar preferencia a la generación de electricidad cara y contaminante a cargo de la CFE, dirigida por Manuel Bartlett, oscuro personaje que viene de la guerra sucia y es emblema del fraude electoral de 1988.

¿Se acuerdan del Ejército entrando a Ciudad Universitaria, tomando el Politécnico o ingresando a la plaza de las Tres Culturas? Pues hoy goza de un creciente poder político y económico, se le encargan un sinfín de labores propias de autoridades civiles y ha tomado el control de la seguridad pública; elemento clave de la ecuación del pretendido cambio de régimen político hacia un sistema de partido hegemónico que sataniza la pluralidad.

Un momento memorable de aquel movimiento estudiantil de 1986-87 fue el diálogo público en el Auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, donde estudiantes y autoridades discutieron con capacidad, inteligencia y sustento. No en balde acuñamos el lema “Con la fuerza de la razón”. En contraste, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha establecido como método de “debate” descalificar moralmente a cualquiera que lo cuestione, difamando sin pruebas a los medios que cumplen con su labor de fiscalizar al poder; una funesta práctica que emulan sus seguidores.

Por eso se entiende el justo reclamo del doctor Alfredo López Austin, aliado nuestro en esa y otras múltiples batallas, señalando que “nos encaminamos a una tremenda centralización con subordinación”, exactamente contra lo que luchamos como ceuístas (entrevista de Elena Poniatowska, La Jornada, 17/01/219).

¿Y qué decir del castigo a la ciencia, la investigación y la cultura? Las prioridades clientelares que no combaten la pobreza ni evitan la agudización de la desigualdad, han hipotecado el futuro, implementando el austericidio donde se habían prometido recursos suficientes.

En fin, algunos seguimos combatiendo al autoritarismo y citamos al exrector Javier Barros Sierra: No nos quieren porque discrepamos… ¡Viva la discrepancia!


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