Ya cantamos el Himno Nacional, ya nos hicimos mensos bailando y festejando el supuesto éxito que tuvo la marioneta presidencial en las negociaciones con Donald Trump. Nos vendieron la idea de que Claudia Sheinbaum había desactivado la amenaza de los aranceles del 25%, que el TMEC seguía intacto y que México había salido victorioso de una pulseada comercial con el gigante del norte. Pero la música paró, las luces se apagaron y, al despertar, nos dimos cuenta de que nos están engañando. Los políticos de Morena, con sus discursos triunfalistas, no pueden tapar el sol con un dedo: los aranceles ya están aquí, y nos están pegando donde más duele.
Desde el 4 de marzo, Trump impuso un 25% de aranceles a todos los productos mexicanos que no están cubiertos por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC). Sí, ese acuerdo que nos juraron era nuestra salvación. Pero, ¿qué tan protegidos estamos realmente? Según datos de la Secretaría de Economía y el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), aproximadamente el 85% de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos en 2023 (unos 456 mil millones de dólares) caen bajo las reglas del TMEC, beneficiándose de aranceles preferenciales o nulos. Esto incluye autos, autopartes, maquinaria y electrónicos, que son el corazón de nuestra relación comercial. Sin embargo, el 15% restante —equivalente a unos 68 mil millones de dólares— queda fuera del tratado. Hablamos de productos como ciertos alimentos procesados, textiles no preferenciales, artesanías y bienes que no cumplen con las estrictas reglas de origen del TMEC. Precisamente este sector, donde se concentran los más pobres de México —pequeños productores, artesanos y campesinos que apenas sobreviven con lo que venden—, ahora enfrenta el golpe del 25%, un castigo que encarece su entrada al mercado estadounidense y que, en muchos casos, los hará inviables frente a competidores como China o Vietnam.
¿Y qué pasa con ese 15%? No es poca cosa. México exporta al año cerca de 593 mil millones de dólares en bienes y servicios a nivel global, y Estados Unidos absorbe el 78% de ese total. Si desglosamos las cifras, ese 15% fuera del TMEC representa una pérdida potencial de competitividad para sectores clave que ya estaban luchando por diversificar mercados. Los productores mexicanos, desde pequeños artesanos hasta medianas empresas, están viendo cómo sus márgenes se evaporan, mientras el gobierno nos pide que aplaudamos la “estrategia brillante” de Sheinbaum. La realidad es que la pausa de los aranceles sobre bienes del TMEC hasta el 2 de abril es solo un espejismo: Trump no ha cedido, solo ha pateado el balón un mes más, y el reloj sigue corriendo.
Pero el fiasco no termina ahí. Nos dijeron que esta presión arancelaria era por el fentanilo y la migración, que si entregábamos más narcos y cerrábamos la frontera, Trump nos daría un respiro. ¿Y qué ha pasado? Nada. No se han entregado más capos mexicanos a los gringos. Los operativos espectaculares son puro teatro, y en las calles de Estados Unidos el fentanilo sigue fluyendo como río desbordado. Según la DEA y el Departamento de Justicia de EE.UU., entre el 60% y el 70% del fentanilo que circula en ese país tiene origen en precursores químicos procesados o traficados a través de México. En 2023, las incautaciones en la frontera alcanzaron récords, pero el flujo no se detiene. Los cárteles, intocados, siguen operando con impunidad, mientras Trump usa el tema como garrote para justificar su guerra comercial.
¿Cuántos mexicanos están pagando el precio de esta desidia? No hay información precisa del gobierno, que, siendo su obligación llevar estas estadísticas, simplemente no las lleva. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) reportó en 2022 que 9.1 millones de mexicanos viven en pobreza extrema, es decir, con ingresos insuficientes incluso para comprar alimentos básicos y con tres o más carencias sociales como salud, educación o vivienda digna. Pero, ¿cuántos de estos trabajan en sectores ligados al TMEC o fuera de él? Basados en estimaciones a partir de datos del INEGI y el IMSS, unos 7 a 8 millones de trabajadores producen bienes dentro del TMEC —en su mayoría en la industria automotriz y manufacturera formal—, mientras que entre 10 y 12 millones laboran en actividades fuera del tratado, como la agricultura de subsistencia, las artesanías o el comercio informal. De estos últimos, un porcentaje significativo —quizá 4 a 5 millones— coincide con los más pobres, incluyendo a esos 9.1 millones en pobreza extrema, quienes dependen de los sectores no protegidos por el TMEC y ahora enfrentan el impacto directo de los aranceles de Trump. La falta de datos oficiales no es casualidad; es un reflejo de la indiferencia de un gobierno que prefiere las fotos y los discursos a las soluciones reales.
Entonces, ¿dónde está el éxito que nos vendieron? Los aranceles nos están golpeando ya, el 15% de nuestras exportaciones a EE.UU. está en jaque, y el fentanilo —que supuestamente íbamos a controlar— sigue envenenando las calles gringas sin que México mueva un dedo más allá de las promesas vacías. Morena nos pide fe ciega, pero los números no mienten. Esto no es una victoria, es una rendición disfrazada de fiesta. Y mientras seguimos bailando al son que nos tocan, el bolsillo de los mexicanos y la economía nacional pagan el precio de esta farsa. Al final, los que dicen defender al pueblo son los que lo sacrifican sin ningún remordimiento.
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