Lamentable defensa de Moreira

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El pasado 15 de enero el exgobernador de Coahuila Humberto Moreira fue detenido en el aeropuerto de Madrid, acusado de lavado de dinero, cohecho, malversación de recursos públicos y organización criminal. No habían pasado ni veinticuatro horas cuando el conocido columnista Armando Fuentes Aguirre, Catón, salió en su defensa. Invocó como principal argumento el hecho de ser su amigo.

Dijo el periodista, coahuilense también, que desde hace muchos años es amigo del exgobernador, como lo fue de su padre y lo es también de Rubén, su hermano, actual gobernador, “de quien he recibido –escribió- muestras de afecto que siempre voy a agradecerle.

Afirmó que jamás hablará mal de Humberto Moreira y que prefiere que lo tachen de mal periodista “a faltar a la fe de un amigo, a ser ingrato o desleal”. Manifestó su desacuerdo con Aristóteles, quien dijo ser amigo de Platón pero más amigo de la verdad. Para Catón “la verdad es amiga, pero más amigo es mi amigo”.

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¿Por qué? Porque aunque la verdad –dice– “pertenece al mundo de lo razonable”, es sin embargo “huidiza: (pues) lo que para uno es verdadero para otro será falso. La amistad verdadera, en cambio, es firme y perdurable”.

Luego el reconocido periodista escribió: “Es cierto que Humberto Moreira incurrió en graves errores pero igualmente hizo mucho bien al estado que gobernó” y que “Moreira sigue gozando en su solar nativo de aprecio y popularidad” pues «la gente sabe que las mayores culpas no fueron de él, sino de malos colaboradores que abusaron de su confianza y generosidad”. Remató su comentario así: “No se me escapa que por decir esto arrostraré opiniones adversas, y aun injurias. Escucharé con respeto las primeras; las segundas las desoiré”.

Pues bien, sin ánimo –ni remotamente- de injuriar al renombrado periodista, debe decirse de entrada que cada quien es libre y está en su derecho de tener los amigos que desee. Y naturalmente no hablar mal de ellos y aun en salir en su defensa, en particular cuando se encuentren en un grave apuro. Pero tal actitud, obviamente, no puede ser a costa de la verdad, porque entonces quien asume esa posición es desleal no con el amigo, sino consigo mismo. Y deja de ser quien así actúe un hombre libre. El periodista cuya verdad quede limitada por la amistad, tiene severamente restringida su libertad. Con razón el evangelio proclama que sólo «la verdad nos hará libres» (Jn 8, 32).

En este asunto ¿cuál es la verdad? En sentido estricto la verdad histórica –por desgracia un concepto hoy tan desprestigiado luego de aquel infame discurso de Murillo Karam-, verdad que en un Estado de Derecho debe coincidir con la verdad jurídica.

Aunque huidiza, no cabe duda de que los hombres fuimos dotados de la facultad que nos permite conocer la verdad. El mismo don Armando Fuentes Aguirre así nos lo demuestra al escribir que “Es cierto que Humberto Moreira incurrió en graves (tómese nota: graves) errores, pero igualmente hizo mucho bien al estado que gobernó”. En el supuesto de esta ecuación corresponda a la realidad, ¿significa entonces que es éticamente válido el principio según el cual el fin justifica los medios?

En otro pasaje, donde el periodista escribió que “la gente sabe que las mayores culpas no fueron de él (de Moreira), sino de (sus) malos colaboradores”, queda claro que no obstante su amistad don Armando reconoce que aquél tuvo culpas, si bien menos que sus desleales colaboradores. Colaboradores cuyos nombres por cierto no menciona, aunque en Coahuila se sabe quienes fueron, y a quienes sin más el periodista condena negándoles la presunción de inocencia, presunción de la que hasta el propio Moreira goza.

En fin, si es válido el argumento de lo que la gente dice, sabe o piensa sobre este asunto, puedo afirmar, porque personalmente me consta, que la inmensa mayoría de quienes conozco o trato en Coahuila, y aun fuera del estado, considera a Moreira no menos ladrón que Caco


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