La Semana de Francisco ‘El Peregrino’

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“El bien común en este siglo XXI, no goza de buen mercado”
(S.S. el Papa Francisco)

Si bien es cierto que se trató de una visita oficial, también como el Papa Francisco lo deja claramente establecido en la ceremonia de bienvenida de Palacio Nacional, arriba a estas tierras como Misionero de la Misericordia, postura que en sus palabras de despedida en Ciudad Juárez, vuelve a retomar al manifestar su calidad de peregrino en misión pastoral.

En realidad el acontecimiento tiene aspectos relevantes, nunca se había dado con las características de esta ocasión una visita Papal, considerando un programa muy completo, variado y amplio, como el que ahora se realizó. Si bien las formas fueron por demás cuidadosas, cabe destacar en principio el recorrido por las dos zonas fronterizas del país, cada una con su propia problemática, idiosincrasia, costumbres, tradiciones e historia. El viaje a Michoacán y su paso por Ecatepec, regiones marcadas por los conflictos e inseguridad que han padecido, fueron emblemáticos.

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Sin duda, el punto de unión entre los mexicanos consiste en que somos guadalupanos, así el tributo que hizo a la Virgen en la Basílica se observó como una señal de identidad y acercamiento entre el Sumo Pontífice y el pueblo de México.

Por lo visto, la integración de la agenda fue cuidadosamente confeccionada, lo que permitió reuniones con políticos, obispos, jóvenes, presos, indígenas, migrantes, matrimonios, familias, discapacitados, enfermos y acercamientos eventuales de todo tipo de personas, sin otorgar privilegios, aunque su enfoque estuvo a favor de los más necesitados.

Los discursos y mensajes estuvieron escrupulosamente elaborados, la prosa utilizada es impecable, a la vez que el lenguaje y las metáforas son evidentemente entendibles, aunque también hizo alusiones directas y públicas como el que dirigió a los obispos, que bien puede aplicarse a destacados líderes sociales y políticos.

Es menester resaltar la elocuente participación del Papa en la ceremonia de bienvenida en Palacio Nacional, se trata de una intervención que no tiene desperdicio; en principio hace un diagnóstico de la situación, por cierto con dureza y elegancia, al señalar que los privilegios de unos en detrimento del bien de todos, encuentran terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de culturas diferentes, la violencia, el tráfico de personas, el secuestro y la muerte; a la par que emite una serie de sugerencias utilizando la frase “el México que queremos”, sobre la necesidad de contar con hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, que por cierto añade, que este último no goza de buen mercado en este siglo XXI.

En ese orden de ideas, apuesta por los jóvenes, en cuanto a la capacidad de renovar y transformar a la nación. Utilizando la poesía de Octavio Paz, en sus palabras de despedida, dibuja la larga noche en obscuridad, asimilando en ella el sufrimiento de este pueblo, dejando la esperanza de un amanecer en esas personas.

Sin duda, nos vino a decir lo que ya sabemos, sin embargo, en boca de ese liderazgo confirma y ratifica la necesidad de participar en la búsqueda de una política como lo manifestó: “auténticamente humana”, de abrir fuentes de diálogo, e impulsar la reconciliación nacional, desterrar privilegios y conductas nocivas y adquirir un compromiso solidario. Así o más claro.


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