Está más que claro que por todo lo anteriormente expresado, los legisladores intervienen de manera determinante en la toma de decisiones y en el perfeccionamiento de las leyes. En este entendido, la retribución sustantiva de los legisladores es contribuir con su quehacer e ideas a llevar al país por el derrotero más conveniente. Sus decisiones afectan para bien o para mal a toda la población. Su función es de enorme trascendencia en razón de las responsabilidades y el honor vinculados al cargo. Apuntaba el filósofo inglés Herbert Spencer que “los legisladores ignorantes aumentan constantemente las miserias humanas”; y a contrario sensu, los responsables y dedicados, aportan grandeza a su nación.
Entre las funciones que corresponden al Poder Legislativo de nuestros tiempos, además de la representativa, la financiera, por supuesto la legislativa, la jurisdiccional, la administrativa, se encuentra la de control. Sin duda la más importante, y se refiere, valga la redundancia, al control y fiscalización sobre los otros órganos del poder, principalmente del Ejecutivo, a través de diferentes instrumentos, entre otros, participación en los juicios de responsabilidad de funcionarios públicos de alto rango, aprobación en los tratados internacionales, fiscalización de los recursos económicos y financieros del estado. Hoy, como ayer, en un régimen de preeminencia presidencial acuñado en décadas, como el que existe en nuestro país, esto es teoría. Las mayorías priistas y la ahora morenista, se han dedicado a ser comparsa del Poder Ejecutivo, no contrapeso, por supuesto en detrimento del pueblo de México. Por ello me cuesta trabajo entender que en estas elecciones del 6 de junio, aquí en Coahuila, se esté llamando al voto útil, que para detener a Morena. No nos hagamos tontos, la contienda en los comicios federales, en esta entidad federativa es entre PAN y PRI. Ese voto útil es para favorecer al PRI, así de simple y de llano. El voto útil que se promueve en la entidad es para los candidatos del partido que instituyó la ausencia de equilibrios en el ejercicio del poder público. Setenta años ininterrumpidos de poder omnímodo lo demuestran, y Coahuila es ejemplo. Nunca ha existido en el Congreso local una mayoría distinta a la tricolor. Cero contrapesos.
¿Qué nos pasa? Y lo expreso con todo respeto, porque hay personas que genuinamente creen que se justifica una votación a favor del PRI, para detener a los morenos. La contienda es entre dos: PAN, PRI. Y la gente si va a salir a votar, no va a repetirse el fenómeno de octubre del 2018 en el que el tricolor se llevó el carro completo con la mayoría del 39 por ciento que fue a votar más el 60 por ciento de quienes decidieron que no era asunto suyo y declinaron su derecho.
México necesita a gritos, con urgencia, un Poder Legislativo sólido, capaz de cumplir a cabalidad con sus funciones, en especial las de representar genuinamente a la ciudadanía, legislar a cabalidad y fiscalizar de modo adecuado los otros poderes del Estado. El futuro de un país se determina en mucho, por el tipo de parlamentarios que posea. No puede haber democracia sana con un congreso sin desarrollo institucional adecuado para garantizar la estabilidad política, la confianza y la seguridad jurídica; y que además, promueva contundentemente el desarrollo económico y social de su población. Por ello es indispensable que usted, estimado, estimada leyente, no le dé oportunidad a sumisos, a incompetentes, a aprieta botones, a impresentables por su orfandad de principios y valores éticos, para que ocupen un escaño en la Cámara de Diputados. Este 6 de junio vote en conciencia.
El Poder Legislativo, como afirmaba Juan Jacobo Rousseau, es el corazón del Estado; el Ejecutivo el cerebro, que lo mueve. El cerebro puede paralizarse y la vida continúa, pero si se para el corazón, ésta se acaba. El Estado no subsiste por las leyes, sino por el Poder Legislativo. Así de relevante es su actuación.
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