La Ley de Murphy

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Hay numerosas leyes que el gobierno actual no puede derogar sin importar su dominio sobre el Poder Legislativo. Ciertamente no ha intentado derogar la ley de gravedad que es muy anterior a los sistemas económicos que rechaza este régimen, pero tampoco a las neoliberales como la de la oferta y la demanda que el inquilino de Palacio detesta en extremo. Además, ni siquiera ha intentado estudiar la ley de Murphy.

En los años cincuenta del siglo pasado el ingeniero aeronáutico Edward A. Murphy expresó la idea de que todo aquello que se hace, para que tenga éxito, debe considerar toda posible falla de cualquiera de las partes del proceso, y dedicar suficiente tiempo y recursos para evitar que su colapso de al traste con todo. En un artículo de una revista especializada sintetizó en una frase: “todo lo que pueda salir mal, saldrá mal”, que ahora se conoce como la ley de Murphy.

A través de prácticamente todas las acciones del actual gobierno federal, de los gobiernos locales, y muy especialmente el de la Ciudad de México, los que han de llevarlas a cabo (quizá desde su concepción) han descuidado miles de detalles que podrían fallar, y por supuesto, fallaron. Quizá el caso más visible es el de Metro de la CDMX.

El Sistema de Transporte Colectivo de esa ciudad conocido popularmente como el Metro, es muy complejo: tiene 15 mil empleados, sus 25 líneas cubren 225 kilómetros, utiliza 400 trenes con más de 4 mil vagones a través de 195 estaciones es el quinto sistema en extensión a nivel mundial y el tercero en número de pasajeros movidos. Pero sus equipos y sus líneas más antiguos tienen más de 50 años en operación.

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Con el tamaño y la antigüedad de muchos equipos es de esperar que sufran fallas frecuentes, en especial si se descuidó el necesario mantenimiento en los pasados cuatro años. A pesar de reiteradas declaraciones que no se le ha recortado presupuesto al mantenimiento, la realidad ha sido muy distinta. El número de fallas es muestra de ello.

Todo requiere mantenimiento, en especial el material rodante. Soportes, vigas, techos, tuberías, drenajes, vías, andenes, iluminación, escaleras y con más intensidad los trenes, vagones, sistemas de señalización para conductores y los automáticos para prevenir colisiones. Muchos de los elementos que pueden fallar, fallaron. ¿Falta de cuidado, de mantenimiento? Lo que sí es seguro es que se cumplió la ley de Murphy.

Como comenté arriba, éste es uno de los casos más evidentes, quizá el más notorio de la corcholata Sheinbaum, hasta ahora la preferida del inquilino de Palacio, pero en el gobierno federal hay muchos más casos. En el rubro de Salud son numerosos: del abastecimiento de medicamentos hasta el manejo de la pandemia. En el de Energía también se producen fallas por no cuidar detalles; por eso la construcción de la refinería de Dos Bocas no estará a tiempo ni les alcanzará el presupuesto (ya ha costado más del doble de lo que inicialmente dijeron) o en la guerra contra el huachicol, aumentó éste a pesar de las molestias que causaron a automovilistas y transportistas. Tampoco en Educación, donde ha bajado la calidad ni en Seguridad, donde este sexenio acumula más homicidios que en ningún otro.

Pero el gobierno no tiene en México la exclusividad de la aplicación de la ley de Murphy: la oposición puede enfrentar el desastre si no cuida todos y cada uno de los detalles, que son muchos, del proceso para la próxima elección federal. ¡Con tan sólo uno que descuiden, perderemos el futuro!


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