La cancelación de la fiesta

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Quiero llamar la atención sobre una decisión presidencial que me parece atinadísima: la suspensión de la cena en Palacio Nacional el día del Grito. En efecto, hay que reconocerlo, la medida es sensible por el cercano aniversario de la masacre de Ayotzinapa y también lo es por la situación económica por la que atraviesa el país y la solicitud de recorte presupuestal en distintos rubros. La cancelación de la fiesta es acertada desde donde se le quiera ver.

Se predica con el ejemplo. Este lugar común —inevitable cuando se habla del contradictorio peñismo— es la tumba de los discursos contra la corrupción de este gobierno. El ejemplo no ha sido lo de este gobierno, eso ni se pregunta.

Por eso llama la atención que tomaran esa medida. No hay para festejos: ni dinero ni ánimo, es la señal. Y es buena. La dimensión de los recortes presupuestales solamente se puede entender si los propios gobernantes ponen ejemplo en las cosas sencillas de entender. El dato de que nunca, desde la Revolución, se había suspendido el brindis todavía hace más significativa la medida. El ciudadano aplaude y gusta de la austeridad del gobernante. Esta fue una materia en la que los gobiernos panistas quedaron a deber. La austeridad, la sencillez, el manejo prudente de sí mismo, se dejó al albedrío de las personalidades y cada quine la ejerció a su entender. El resultado fue lamentable y se cobró en las elecciones. No se hizo una política al respecto. No hay diferencia entre la guaruriza panista y la actual en los funcionarios, en la cantidad de coches, gastos y servicios que se les dan. Ni en los sueldos.

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El gobierno de Peña tiene la oportunidad de remontar eso en los próximos tres años. ¿Por qué no se pagan sus teléfonos, sus coches? Uno entiende que hay teléfonos que deben ser del Estado, ¿pero en serio se le tiene que dar coche y chofer a los directores generales? Si hay toda una estructura médica para atender a los que trabajan para el Estado, ¿por qué se les paga aparte seguro médico? Y eso que faltan bonos, seguros de retiro y gran cantidad de prestaciones —puestas por los panistas, por cierto—. El ciudadano está obligado a pagar su teléfono, su coche su seguro… ¡y el de los funcionarios!

Además, el gobierno es lo que hay de esperanza en ese sentido, porque en el Legislativo el asunto es de llorar. Lo del Senado pidiendo más presupuesto es escandaloso. El dispendio de diputados y senadores es una vergüenza.

En fin, aplaudamos la medida del Presidente y ojalá ponga muchas más por el estilo. Esas las entenderá la gente —y hasta los de su gobierno— y se las reconocerá, además que se quedarían para siempre, pues nadie se atrevería a quitarlas.


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