La avalancha que viene

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Una de las pocas cosas que quedan claras de esta elección es que se avecina una avalancha de lodo como pocas veces hemos visto. Ya en algún texto, en este mismo espacio, comenté cómo de pronto el espionaje desplazó a la publicidad y cómo la vida pública del candidat@ poco tiene que ver si se tienen documentos personales, o las llamadas telefónicas que han terminado por suplir a los spots.

Por supuesto no podemos negar que una gran mayoría de los gobiernos estatales que están en juego, presentan una elección más que cerrada. Nuevo León no canta mal las norteñas en este tema. El Bronco ha generado una alta expectativa de rebasar a la candidata del PRI.

Pero quizá no llegue, porque el propio independiente se ha dedicado a difundir una imagen que mezcla la insolencia con la vulgaridad y la leperada que muy lejos están de proyectar la imagen de alguien que puede arreglar los problemas de gobierno en esa entidad. El asunto parece estar entre Ivonne y El Bronco. En Michoacán el PRI acusa a Silvano Aureoles de recibir 20 millones de pesos en 2011 de un capo. El PRD acusa a Chon Orihuela de que su campaña está penetrada por el crimen organizado. Cocoa ya forzó a Silvano a aceptar que intercedió —cuando era presidente de la Cámara de Diputados— para que no rindieran declaración los ocupantes de un autobús que transportaba kilos de droga, en el que iba una pariente de él y que había sido detenido. En ese estado la elección va a tercios.

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San Luis Potosí, aventaja el PAN pero cerca va el PRI; en Colima el conocido senador viene-viene (el panista Preciado) alcanzó ya a su contraparte priista. Guerrero, entre PRI y PRD, y Querétaro —donde se están dando hasta con la cubeta— refleja un empate entre PAN y PRI. Y Sonora, que trae empate entre PAN y PRI, es el lodazal por excelencia.

Hay una guerra de llamadas, documentos, desplegados. Gente que firma textos airados por el uso de aviones, fechas precisas, datos actualizados, precios posibles, gestiones, moches, cobro de favores, montos recolectados, fotos con narcos, fotos con empresarios que parecían narcos, encubrimiento, tráfico de influencias, sobreprecios, traiciones, delaciones, todo en una mezcladora mediática sin freno.

A eso hay que sumarle productos de la más baja creatividad, verdaderamente burdos o monumentos a la arrogancia, como el spot de Ebrard en el que él supone que, de haber tenido el valor de enfrentar a El Peje, hubiera ganado decenas de millones de votos. Pero no se atrevió y ahora vive de la nostalgia, del hubiera y la vergüenza de conseguir fuero. Es el lodazal que se nos avecina.


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