Entre elecciones y el fin del mundo

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Mientras en México transcurrían unas de las campañas que serán recordadas como las más sucias en la historia, este abril, por doce años consecutivos, volvió a ser el mes más caluroso en todo el planeta. Además, fue el séptimo mes consecutivo en el que la temperatura creció al menos un grado respecto a la temperatura media entre 1951 y 1980 por lo que la comunidad científica ha declarado una emergencia climática y se ha empezado a cuestionar si seremos capaces de evitar que el incremento global de la temperatura sea superior a los 2ºC.

Además, se encuentra la caída en picada del crecimiento de la economía global. Mientras en la década de los 60 las economías crecían a tasas del 5.4%, hoy apenas rondan el 2.5%. Esto debido a una pérdida del dinamismo del comercio, la inversión y la productividad lo que a su vez, genera una reducción de la demanda agregada. La desigualdad es escandalosa: sólo 62 personas en el mundo concentran la riqueza de 3,500 millones de personas. Paradójicamente, hay más dinero que no se traduce en bienes públicos sino en más pobreza y desigualdad.

Por otro lado, la revolución tecnológica con todo y sus enormes ventajas, generará un impacto laboral al desplazar trabajadores. Esto aunado al progresivo envejecimiento poblacional que en su inmensa mayoría no cuenta con mínimos de seguridad social, agravará la situación de millones de personas. Ni qué decir de los complejos fenómenos migratorios.

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Éste es el escenario general que el documento Horizontes 2030 La igualdad en el centro del desarrollo sostenible presentado esta semana por la Cepal en México, describe cómo el estado de cosas que la nueva agenda de desarrollo adoptada el año pasado por las Naciones Unidas, busca resolver. Este documento es a la vez una hoja de ruta para la implementación en los países latinoamericanos y caribeños de esta ambiciosa agenda conformada por 17 objetivos universales (ODS) que buscan terminar con la pobreza y la desigualdad bajo un modelo de desarrollo sostenible y el ejercicio pleno de derechos para todos.

El cumplimiento de la Agenda 2030, exige, según la Cepal un nuevo estilo de desarrollo responsable e incluyente, solidario con las generaciones que vienen y que sea capaz de ver más allá del corto plazo. El camino propuesto es el cambio estructural progresivo que tiene como objetivo principal la generación de bienes públicos globales, regionales y nacionales a través de nuevas alianzas y pactos entre gobiernos y sociedad y de nuevas instituciones en todos los órdenes capaces de servir a ese propósito.

El reto es titánico y si no hacemos lo correcto, la Agenda 2030 terminará en una lista de buenos deseos cumplidos, en el mejor de los casos parcialmente. El balón está ahora en la cancha de los gobiernos nacionales y más de lo que hasta ahora se ha dicho, en los locales. El tiempo corre en nuestra contra y de ahí la urgencia de avanzar en los mecanismos de implementación; incorporar los ODS a los planes de desarrollo; asegurar presupuestos y generar alianzas con todos los actores que tienen algo que aportar. El papel de los congresos será crucial. En el Senado, está por crearse un grupo de trabajo que esperamos después sea integrado también por diputados, que asegurará que la parte que nos toca en el cumplimiento de los ODS, se realice.

En palabras de la Secretaria Ejecutiva de la Cepal, la mexicana Alicia Bárcena, esta generación será la última con posibilidades de detener el desastre no sólo en materia ambiental sino económico y social, que literalmente, amenaza con poner fin al mundo como hoy lo conocemos. Esperemos que quienes resulten electos el próximo domingo vean más allá de la siguiente elección y tomen esta bandera.


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